Capítulo 6.

— ¡Suficiente!— Grita Minerva— Todas síganme y recuerden… ahora pertenecen a la manada Colmillo Sombrío.

Aunque en ese momento una mujer alta, la misma que había arrojado  a Alena al suelo habla…

— Entonces... ¿Quién va a servirle al Señor? — Pregunta con una sonrisa que evidenciaba sus intenciones.

En ese momento Minerva se gira para enfrentar  a la mujer… Al contrario de lo que  todas podrían  esperar.

Plaaaasss

La mujer recibió una bofetada de parte de Minerva con tanta fuerza que a pesar de tener el doble de tamaño que la mujer la hizo caer al suelo sorprendida.

Minerva camina a un lado de la mujer sin siquiera tener agitada la respiración…

— Espero entiendas… entiendan — se corrige— Que al llegar aquí y ser compradas, hablaran, comerán, respirarán y vivirán cuando se les indique.

Un silencio sepulcral llega al lugar.

— Aquí estarán cuando no estén trabajando… — Indica Minerva minutos después en el momento en que les muestra una habitación amplia con varias literas—Aquí dormirán  y después que las luces se apaguen nadie debe levantarse o hablar.

En ese momento poco a poco las mujeres observan su alrededor como si quisieran encontrar la falla o trampa en  el lugar.

Alena suspira y entra al lugar, en ese momento la puerta se cierra detrás de ella, había sido la última en entrar al lugar.

Y solo fue saber que estaban solas cuando la misma mujer que había sido golpeada, levanta del cabello a la jovencita que se había escondido antes y arrojarla hacia el suelo.

— Yo me quedaré con esta cama, mugrienta, yo merezco la ventana.

— ¡Oye pues  ¿qué te crees?! —  Grita Alena sin poder contenerse— Aquí tu eres igual que todas las demás…

En ese momento la mujer enorme lanza un golpe  y Alena lo recibe de lleno.

“No lo esperaba” piensa al mismo tiempo que se estampa contra la pared.

— No me creo… soy— Dice la mujer licántropo llena de prepotencia— Yo pertenezco al linaje de guerreros errantes más importante del sur y no voy a aceptar  menos que respeto de todas ustedes.

— Y si eso eres ¿qué haces aquí? — Cuestiona Alena, recordando que los guerreros errantes del sur habían sido asesinados, asesinados por su manada familiar… en su gran mayoría y solo quedaban unas cuantas criaturas siendo utilizadas como trofeos de guerra.

Por lo visto ella era una de esas criaturas.

— No es algo que te incumba maldita lagartija— Jadea ella al mismo tiempo que se arroja a pelear contra Alena pero como ya lo esperaba, la morena evade el golpe y comienzan una especie de lucha.

Cada ataque que hace la mujer, Alena consigue evadirlo, sin embargo en el momento más épico de la pelea…alguien grita.

— Ya viene Minerva ¡sepárense!

— Me la debes maldita…—Susurra la mujer antes de soltarse del agarre de Alena y cada una tomar una cama al azar de la litera.

La puerta se abre.

— Aquí tienen— En ese momento entra el olor a comida y las tripas de todas comienzan a rugir— Coman para que se levanten mañana al alba.

Todas toman un plato y comienzan a comer desesperadas, tenían demasiado tiempo sin alimento como para perderse un solo bocado por un aliento.

En cuanto ellas se quedan a solas y las luces se apagan un pequeño llanto apagado, un gemido se escucha sobre la cabeza de Alena quien se levanta para saber quién está arriba de su cama…

— ¿Estás bien?—  Cuestiona ella al mismo tiempo que golpea de forma tranquila la espalda de la niña.

La más joven de todas.

— Extraño a mis papás. — Susurra la niña.

— Si tienes padres ¿Qué haces aquí? — Pregunta Alena interesada en medio de susurros y ronquidos.

— No los tengo por eso estoy aquí—Aclara la niña— Ellos murieron y mis tíos me vendieron para pagar unas deudas que tenían.

 — Tranquila — Susurra Alena con el corazón roto ahora las dos eran un par de huérfanas, traicionadas por su propia familia. — Yo te cuidaré.

Después de eso Alena acomoda a la niña a un lado de ella para que se sienta acompañada…

—Me llamo Johana... — Susurra la niña pero Alena no dice nada.

“¿Debería decir mi nombre real?”  Piensa confundida.

Después de unos segundos Alena se percata que Johana se ha quedado profundamente dormida pero eso no la ayuda a descansar.

“Deberías morir maldita”

“Todo esto es realmente mío”

Las frases se escuchaban envolviéndola de manera permanente a pesar que ella se encontraba gritando y pidiendo ayuda.

— ¡Mi hijo! ¿Dónde lo tienen? ¡Regrésenmelo! ¡Lo necesito! ¡Él es mío Vero! ¡Él siempre será mío!

Alena se encuentra arrodillada en medio de la nada, de las sombras con un frío infernal consumiendo cada parte de su cuerpo sin consideración.

Una carcajada espeluznante llega a todo el lugar rodeándola por completo, la risa de Vero.

En ese momento una pequeña luz comienza a aparecer  frente a ella pero en ese instante se encuentra Irvin con los ojos rojos y la corona llena de sangre  sobre su cabeza, sangre que gotea sobre su rostro.

— ¡Yo me encargaré de terminar lo que empezamos!

Alena siente que su cuerpo comienza a palpitar desmedido y comienza una lucha por su sobrevivencia a pesar de no saber a donde se dirige  cualquier lugar es mejor que al lado de ese monstruo.

La adrenalina recorre todo el cuerpo de Alena y a pesar de ello la conciencia de buscar a su pequeño cachorro no la deja en ningún instante, pero para  ello necesita poder…

Ese con el que se consigue casi…

Casi cualquier cosa…

“No pienso perderte” piensa decidida recordando el rostro angelical de su cachorro “Y me enfrentaré a cualquiera para recuperar lo que es mío”

Estaba decidida e inundada en odio, rencor pero con una  mentalidad clara. No podía esconderse entre la servidumbre para siempre.

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