A la mañana siguiente Alena y todas las chicas nuevas se encuentran en una especie de fila a la espera de indicaciones…
Para sorpresa de absolutamente nadie, Minerva aparece con una vara de madera flexible en su mano.
— Les daré ordenes por parejas, deben hacerlas en completo silencio y ser mucho menos que sombras en este lugar, nuestro Señor es de muy poca tolerancia y nada de lo que ustedes se propongan va a servir para hacerlo caer en sus garras…— Ella se dirige directamente a la mujer cacheteada el día anterior— Mucho menos si son cosas tan pequeñas como ustedes.
La mujer estaba dispuesta a hacerle frente pero una mano la detiene, por lo visto había encontrado a una aliada en este mar de basura.
Alena y Johana observan cómo van desapareciendo todas por la puerta principal y ellas se quedan por varias horas en silencio y buscando una respuesta en la mirada de la otra quien se encontraba igual o más de confundida.
“¿Debería salir de aquí ahora? Necesito encontrarlo, y hablar con él” Piensa Alena aunque algo dentro de ella le gritaba que no se moviera, podría llamarse instinto pero definitivamente sentía algo extraño en el ambiente.
Aquí Minerva entra haciendo silbar el aire con su vara poniendo la piel chinita de ambas mujeres.
— Bien se mantuvieron en silencio, ustedes serán las encargadas de limpiar los pasillos. Síganme.
Alena y Johana comienzan a caminar confundidas hasta que se encuentran con unas escaleras enormes y altas que lo único que les indicaba era que la construcción del castillo era mucho mas grande de lo que pensaban.
En el puro centro cada ciertos pisos se encontraba una especie de telaraña con varias cadenas entrelazadas.
Ambas chicas se voltearon a ver confundidas eso no auguraba nada alentador.
— Subirán hasta el último escalón, y desde ahí comenzarán a limpiar con estos trapos y cubetas con agua, al llegar a un piso deben dejar las escaleras y limpiar los pasillos, quiero todo impoluto y brillante, no pueden tener descanso a menos que vaya yo misma por ustedes…— En ese momento ella se acerca a las jóvenes— Y si las llego a encontrar descansando como les acabo de prohibir… serán castigadas.
SShhh
La vara silbó cortando el aire.
— — — * * * * — — — * * *
Después de un tiempo incontable, Alena y Johana jadeaban ante el cansancio abrumador que las rodeaba…
— Yo no puedo mas Al…— Dice Johana, ese había sido el “nombre” que le dio Alena cuando finalmente se lo había pedido.
Ella se levanta para traer otra cubeta con agua pero solo es cuestión de cargar esa enorme cosa para que tropiece cayéndose de lleno.
— Johana ¿Estás bien? — pregunta Alena al mismo tiempo que se acerca a la joven y la levanta con cuidado.
En el instante en que ambas están paradas, pero para su mala suerte en ese momento llega Minerva como si fuera llamada por un poder oscuro.
— ¿Qué creen que están haciendoooo— Fue todo lo que se escuchó Minerva salió volando para caer de una en el suelo…
— ¡¿Quién?! ¡¿Quién fueee?! — Gritó Minerva furiosa al mismo tiempo que se levantaba con el rostro rojo de coraje.
Las chicas se voltearon a ver y en ese momento de manera instintiva Alena da un paso hacia el frente.
— Yo… yo lo hice, fue un accidente lo…— no pudo terminar el silbido de la vara de Minerva fue todo lo que se escuchó seguido de un …
!pas!
Ante el impacto sobre la piel morena.
— Sólo fueron necesarias unas cuantas horas para que sacaras tu verdadero yo maldita inútil…
La piel de Alena ardía como si estuviera inundada de fuego sin embargo ella sabía que éste no sería el único golpe que iba a recibir si pensaba mantenerse con vida el tiempo suficiente para conseguir apoyo de parte del Señor y pelear por su pequeño cachorro.
Después de eso todos los escalones de esa enorme construcción fueron bajados a base golpes con la vara hasta que llegaron a una puerta que iba directo al nivel subterráneo donde la esperaba otra especie de suplicio.
— ¡Señora! ¡Señora!— llega una mujer en ese momento bajando las escaleras desesperada— ¡El señor! ¡El señor!— dice en medio de frustración y terror.
Minerva jadea exasperada era cansado, agotador educar a cada una de esas nuevas criaturas.
— Te dije que no quiero conocer la voz de ninguna de ustedes, son solamente herramientas, ¡es todo lo que son!— grita Minerva y lanza a Alena al suelo y se dirige a la pequeña y delicada mujer.
— Lo siento… lo siento— dice ella— pero el señor… —Ella se muerde el labio—no me quiere arriba me expulsó, me corrió — dice ella.
En ese momento un ¡zas! se escucha en todo el lugar, una bofetada atraviesa el rostro de la recién llegada haciéndola que caiga por los escalones de manera escandalosa.
— ¡¿Qué parte de son invisibles, ciegas, sordas, mudas no entienden?! Obviamente que el señor las va a correr porque ustedes no existen, ¡porque ustedes no forman parte de su realidad! — grita Minerva.
En ese momento toma a la joven mujer y sin cuidado alguno y se comienza a escuchar el tintineo de unas enormes llaves de acero.
— Como no me sirves por hoy, pagarás las consecuencias— declara la mujer al mismo tiempo que se escuchan gritos…
— No… no… lo siento… lo…— dice la joven.
— ¡Cállate!— Grita exasperada Minerva al mismo tiempo que con una mano mueve un pequeño mueble que se encuentra cubriendo una jaula que está soldada a la pared.
La estructura es de no más de cincuenta centímetros de alta, muy pequeña y obliga a cualquiera que esté dentro a sentarse y hacerse un ovillo para tratar de evitar llagas por fricción.
— Agradece que eres pequeña— dice Minerva al mismo tiempo que arroja dentro de las barras de metal a la joven en medio de gritos y súplicas.
— ¡No! ¡no por favor! ¡por favor!— grita ella al mismo tiempo que se escucha el click del candado cerrarse dejándola completamente encerrada.
— Bien ahora…— dice Minerva al mismo tiempo que vuelve a cubrir la jaula con un pequeño mueble haciéndolo insonoro a los gritos desgarradores de la pobre mujer. — ¿Quién será la siguiente voluntaria?
En ese momento la mirada fría y desconcertante de Minerva atravesaba el cuerpo de cada una de ellas, sin embargo Alena hace un movimiento inesperado.
— Yo— dice al mismo tiempo que se levanta del suelo— Yo soy voluntaria.
Todas se mantienen en un absoluto silencio, a tal grado que puede escucharse el latido del corazón de todas y unas cuantas risitas burlonas.
— Veremos si sigues tan valiente, aunque un día es más que suficiente para hacerte saber tu lugar.
“Tengo que encontrarlo y convencerlo de ayudarme, todo depende de eso.” piensa Alena al mismo tiempo que avanza en soledad por ese largo y tedioso pasillo. “Tengo que descubrir la manera de ganar este juego.”
Sólo con pensarlo un escalofrío recorre su espalda.
Aunque al mismo tiempo que ella se encuentra caminando el sonido de las voces que atravesaban la madera de una puerta llega a sus oídos sin contemplación.
— ¡Detente!— Se escuchó una voz fuerte e imponentemente gruesa.
Sólo esa frase hizo que Alena se detuviera en automático.