Capítulo 28.
En medio de la habitación Alena estaba decidida a cuidar de las criaturas indefensas como Luz.
— Pero es que mi padre es…
— No me importa quién sea tu padre, ¿entiendes? Mientras yo sea la Luna de esta manada, tú tendrás oportunidad y el derecho de enlazarte con quien tú quieras, con quien tú desees y si encuentras a tu mate destinado, él será quien te despose.
Luz suelta un jadeo dejando salir cada uno de los nervios y la necesidad de finalmente sentirse comprendida y acompañada era algo extraño, pero realmente muy bien recibido.
Luz, después de un tiempo que no podría calcular, siente que debe retirarse.
— Gracias Luna, muchas gracias. Simplemente después de esa conversación no supe qué hacer y en mi mente su rostro llegó como la única respuesta.
Alena sonríe.
— No te preocupes Luz, vamos a resolver todo esto.
En ese momento ambas comienzan a caminar para llegar a la puerta de la habitación, pero son sorprendidas con la madera de nuevo estampándose en la pared de manera imprevista.