Capítulo 27.
Alena se encuentra nerviosa, rozando con la punta de sus dedos la chapa de la puerta que conecta la habitación de ella con la de Randolf.
Por ahí, era por donde se había inmiscuido en más de una ocasión a su habitación sorprendiéndola por completo.
“¿Por qué te sientes nerviosa? ¿Por qué sientes esa necesidad de encontrarte a su lado, de besarlo, de rozarlo? Porque sí…” Ella levanta la otra mano y roza sus labios. “Ese beso la había dejado completamente cautivada.”
Cada contacto, cada mirada eran un tsunami, arrollador para ella.
“Sin embargo, no puedes sentirte así” se reclama mentalmente. “No puedes sentirte nerviosa, culpable, deseosa, al mismo tiempo… No con él.”
En ese instante, tocan a la puerta y Johana entra a la habitación con una sonrisa en sus labios y la mirada completamente ilusionada.
Alena aleja su mano de la chapa de la puerta y se gira para ver cuál era la novedad que traía su pequeña amiga.
— ¡Toma, toma!— dice Johanna al mismo tiempo que comienza a dar saltitos y ap