Pov Leina
Creo que no había dormido tan bien en mucho tiempo. Esta mañana, algo ha cambiado; siento su olor cosquillear mi nariz.
Recojo sus prendas destrozadas para olerlas, dejando que esa sensación de tranquilidad me llene.
Se supone que nuestro vínculo está roto; sentir esto es muy raro.
Escucho el cerrojo de la puerta y prácticamente vuelo a la cama para tomar la daga.
Espero frente a la puerta con impaciencia. Sé que es él; su aroma es fuerte y estoy segura de que, si tuviera a Ava, estaría loca por comérselo, y no en un sentido sano.
Me abalanzo sobre él apenas lo veo; la bandeja de comida cae al suelo, esparciendo todo su contenido.
El filo corta su mano cuando la toma para evitar que llegue a su pecho. Con su otra mano, me toma de la cintura, guiándome hasta la cama para acorralarme.
Ambos forcejeamos: él sobre mí, intentando quitarme la daga y yo, por querer clavársela.
—Leina, nena, basta, por favor.
—Jódete, Bastian, deja que te la clave.
Jadeo cuando