Pov Leina
Todos creen que las heridas sanan con el tiempo, que vuelves a ser feliz sin importar ese dolor que intentas ignorar.
Aquí es donde yo me pregunto: ¿por qué mis heridas siguen doliendo como la primera vez? ¿Nunca sanarán?
Cierro los ojos, dejando que esas lágrimas cargadas de dolor se deslicen tan suaves y silenciosas como mi propia presencia.
Hoy, hoy por fin me tomé el valor de venir a ver a mi familia, pero sigo siendo tan cobarde como para verlos desde lejos; no me atrevo a acercarme por más que quiera.
Lloro al ver a mi padre cargando a esa dulce niña que también sufrió en el vientre de su madre por mi culpa.
Todo me lo advertía ese día, que no me acercara, que diera la vuelta y me fuera, pero entré; esa fue mi condena.
Me abracé a mí misma, dejando que mi dolor cayera con el río salado que baja sin cesar por mis mejillas.
Los amaba, realmente los amaba, y agradecía a la Diosa por haberles permitido seguir su vida como antes, pero sin mí.
De lo único de