Capítulo 64: El peso de la sangre.
El roció matutino empañaba la ventana como un velo de lágrimas que nunca llegaban a caer, mientras Anette, sentaba en el alfeizar; observaba como el cristal, frágil y traslucido como su propia resistencia, dejaba deslizar las gotas con lentitud agonizante, la calma que se había apoderado del ambiente era inquietante, como el silencio que preside el estruendo de un trueno quebrando el cielo durante una tormenta.
Solo que esta vez la tormenta no era externa, ¡por supuesto que no!; la tormenta se desataba en su interior, alimentando un núcleo de intrigas e incertidumbres que oprimían su corazón de forma asfixiante. El silencio en la habitación no era ausencia si no un grito ahogado de la duda que la consumía por dentro.
— No creo que desafiar a tu padre sea el mejor camino a seguir — la voz de Nicolás corto el silencio como un cuchillo afilado, los ojos se Anette se posaron en él sin premura.
— Estoy cansada de ser un peón en este juego de ajedrez… ya es hora de que peón se transforme en