Una semana había pasado desde la muerte de Anna, una semana en la que parecía que el mundo se había sumergido en un completo caos. Arthur no había retomado su forma humana en todos esos días, Anette se había encerrado en su casa, convirtiéndola en la fortaleza impenetrable a la que nadie podía ingresar sin someterse al azote de la naturaleza que se asemejaba a un guardián furioso. La tensión era más que palpable, las reuniones del consejo se habían convertido en un campo de batalla, donde ninguno de los consejeros lograba confiar en el otro; las soluciones eran escasas mientras que los problemas se multiplicaban con demasiada rapidez. Humbert, aun en medio de su luto; intentaba encontrar las pruebas necesarias para demostrar que Rein estaba involucrado en la muerte de Anna, sabía que Anette no reaccionaria de la forma en que lo hizo de no tener la certeza de que Rein estaba involucrado, pero sus esfuerzos eran en vano; no había manera de demostrar que ese hombre era culpable. La inc
A veces, el camino hacia un objetivo no se recorre con fuerza, sino con paciencia. No se trata de imponer, sino de ofrecer, de tender la mano a quienes más necesitan una salida. Anette era, sin saberlo, la pieza clave en el plan de Vladimir. Pero lo que él no había previsto era que, para ganar su apoyo, no necesitaría manipulaciones ni mentiras, sino simplemente hacer lo que llevaba años deseando: confesarle la verdad. Abrir esa puerta que siempre había permanecido cerrada entre ellos. No era solo una estrategia; era una oportunidad. La oportunidad de conocerse, de construir algo que el tiempo y las circunstancias les habían robado: el vínculo de padre e hija.— Cariño, te adoro, pero enserio necesitas un baño. — La voz de su padre resonó con una calidez que contrastaba con el frío de la tarde.Anette se sonrojó, sintiendo el peso de los días de depresión se había lanzado al olvido y ahora se reflejaba en su apariencia. Sus cabellos todavía recordaban el torbellino áspero de la tierra
Los pasillos del castillo resultaban fríos y aterradores, con cada paso que daba las velas se encendían sin ningún motivo aparente, antes de apagarse detrás de ella como si la oscuridad reclamara su derecho a seguirla provocando que sintiera que el ambiente estaba cargado de miedos y expectativas por igual.A la distancia los murmullos de la multitud resonaban contra el eco producto de la inmensidad y la soledad que albergaba el palacio, el resonar de sus propios pasos no hacía más que incrementar su nerviosismo, los latidos de su corazón eran como un susurro bajo pero constante que la asechaba en medio de la profunda oscuridad.Tragó grueso, sintiéndose repentinamente abrumada, sabiendo que con cada paso que daba se acercaba más a un destino que no estaba segura de querer enfrentar…El silencio se extendió, permitiendo que preguntas mudas flotaran en el aire en el momento en que cruzaron el umbral de la puerta hacia la sala el trono, muchos pares de ojos se centraron sobre ellas, algu
Un aullido de dolor resonó hasta los rincones más oscuros de bosque, aullido cargado de emociones, de la desesperación y la necesidad que dejan la ausencia. Su trote se tornó agitado, sus patas se hundían con demasiada fuerza, en la tierra humedecida. El aroma a bosque y humedad invadió sus sentidos, impidiéndole seguir un rastro claro de ella…Era como si la naturaleza estuviera conjurando contra él para evitar que corriera tras de ella, el peso de su consciencia comenzó a hacer estragos en su ser mientras que el pasado y el presente se mezclaban, una vez más; con demasiada facilidad.«La hemos perdido… una vez más»El dolor plasmado en la voz de su lobo era reflejo fiel del que albergaba su agitado corazón, el frío helado de la soledad le carcomía las entrañas como un veneno lento que tenía como objetivo acabar con él prolongando su agonía.Sus pupilas se dilataron, su respiración se aceleró, y entonces su razón dejo de ser quien lo guiaba, dando paso al más puro y primitivo instint
Sus ojos buscaban de forma inconsciente entre la multitud, deseando encontrar algo... o, mejor dicho, a alguien. Vladimir la había arrastrado como un trofeo por el salón, obligándola a sonreír ante aquellos que ahora la adulaban con miradas hambrientas. La copa dorada en su mano pesaba más de lo que debería, su contenido rojo oscilando peligrosamente cerca del borde… demasiado espeso para ser vino, demasiado vivo para ser sangre muerta. Su reflejo en el metal dorado la devolvía fragmentada, como si ya empezara a descomponerse.Todos la saludaban con respeto, pero ella no podía ignorar la arrogancia que emanaba de muchos de ellos. En cada mirada, en cada sonrisa forzada, sentía que la observaban como un el trofeo que su padre exhibía. Por momentos se sentía terriblemente expuesta; como si algo en su interior le advirtiera que aquellos ojos rojos veían más allá de su fachada elegante… y su admiración ocultaba algo mucho más peligroso.Las luces de cristal del salón no solo proyectaban s
El vals termino con Anette entre los brazos de Nicolás, este la había levantado por la cintura haciéndola girar mientras ella apoyaba las manos sobre sus hombros, a pesar del repentino silencio del salón ellos parecían estar sumergidos en su propio universo; perdiéndose en los secretos que solo sus miradas parecían conocer.De pronto las enormes puertas del salón se abrieron con un sonido estruendoso que rompió la quietud producto del silencio, todas las miradas se posaron en el recién llegado, quien con ojos filosos escudriño el salón en busca de su rey. Su aspecto desaliñado no pasó desapercibido para la multitud.— ¡Maestro! — con pasos rápidos corto la distancia que lo separaba de su rey, hizo una reverencia al estar frente a él.— ¿Qué ha ocurrido? — cuestiono Vladimir al ver el mal aspecto de uno de sus mejores hombres, era más que evidente que este se había sumergido en una reciente pelea.— Ese maldito animal me ha atacado — los presentes jadearon, presos de la sorpresa y la i
La quietud silenciosa del bosque no era más que un espejismo que ocultaba los peligros que en este se hallaban, la oscuridad cubriendo, como un velo denso, cada rincón; siendo testigo de cómo dos almas se desgarraban en eterna agonía.Anette, tendida en el suelo, demostraba sus emociones con un llanto mudo y apenas contenido; la bestia aun sobre ella pareció paralizarse por unos segundos y por un efímero momento Anette juro ver en sus ojos el reflejo dorado de antaño; ese que alguna vez la había mirado con devoción ciega en el pasado.La bestia se dejó caer sobre ella, como si de pronto hubiera sido privada de toda energía, el peso de la criatura la inmovilizó, pero no con crueldad: sus garras, afiladas como cuchillas, se enterraron en la tierra a los costados de su cabeza, evitando tocarla. Un músculo en su mandíbula temblaba, como si luchara por no descender esos últimos centímetros que separaban sus colmillos de su garganta; mientras su respiración era errática y la fuerza de los la
Los latidos erráticos de su corazón eran lo único que le recordaba que había vida en ella…mientras que su alma, rota como un espejo arrojado contra el suelo; reflejaba la desolación que las últimas palabras de Ragnar dejaron en ella. Los fragmentos de ese espejo, clavados en su pecho, le recordaban que cada pieza rota seguía cortando. Y, sin embargo, sangraba algo más que sangre: memorias. Como si el dolor fuera tinta y su cuerpo, un pergamino desgarrado.Sus rodillas y manos se hundieron en el barro, haciéndole notar que ahora la lluvia caía sobre ella con tanta fuerza que parecía querer borrarla, como si la naturaleza misma se avergonzara de su dolor. El agua arrastraba consigo algo más que lodo: trozos de su nombre, susurros de Ragnar, pedazos de un tiempo en que el mundo no pesaba tanto.— No te vayas — susurró, aun a sabiendas que él ya no la escuchaba, sus palabras se ahogaron en el sonido del viento, que parecía rugir en su propia agonía. El bosque devoró su voz, como si ya no