El fuego ya se había extinguido, pero el olor seguía impregnado en todo el aire.
Los paramédicos trabajaban en silencio. El cuerpo de Celeste yacía en el suelo cubierto con una sábana blanca. Kerem la observaba sin decir nada, con el rostro endurecido y los ojos perdidos. No había lágrimas, solo un vacío profundo que se extendía por su pecho.
Uno de los paramédicos se acercó.
—La trasladaremos al hospital para el proceso correspondiente, señor Lancaster.
Kerem asintió apenas, con la mirada fija en la sábana que cubría el cuerpo de su madre. Cada movimiento de los hombres al levantarla le parecía ajeno, distante. Era su madre, pero al mismo tiempo ya no lo era.
Lena se acercó despacio, con los ojos rojos. Sin decir palabra, rodeó su torso con los brazos y apoyó el rostro en su pecho. Kerem la abrazó con fuerza, hundiendo el mentón en su cabello. Ella temblaba. Él respiraba apenas.
A unos metros, Marla era atendida de emergencia. Su cuerpo cubierto de vendas improvisadas, la piel e