17. Impulsos.
Ana no sabía decir ni para sí misma si estaba yendo demasiado rápido con Álvaro, lo único que podía afirmar de su situación actual era que el beso que el hombre le había dado mientras bajaba el ascensor le había humedecido algo más que los labios. El hombre la había recostado en la pared y apenas en un par de minutos la tubo por completo a sus pies, anhelando de nuevo una pequeña caricia de lengua y sentir el calor de sus labios, pero cuando las puertas se abrieron en el primer piso y el hombre se alejó de su cuerpo Ana sintió que la invadió el frio.

—Bien —dijo él deteniendo la puerta, tenía las mejillas enrojecidas al igual que los labios —¿Te quedas aquí? —Ana de verdad tuvo que hacer un esfuerzo por recordar a donde debía ir, todavía le temblaban las rodillas.

—No, creo que tengo que ir a mi oficina —se rio de lado y Álvaro dio un paso atrás y le habló antes que las puertas se cerraran.

— ¿Cuándo? —Ana tragó saliva.

—Pronto —las puertas se cerraron y ella se quedó mirando el es
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