Kane
Estaba en mi estudio, con papeles esparcidos por toda la mesa y varios monitores mostrando las distintas imágenes de las camaras de seguridad alrededor de la mansión.
Ada estaba sentada frente a mí, su rostro iluminado por la luz azulada de su laptop, sus ojos escudriñando meticulosamente cada dato que surgía.
—Es extraño, —comentó, frunciendo el ceño mientras se recostaba en la silla, levantando brevemente los ojos de su computadora portátil y mirándome directamente. —La nota que encontramos en Michael tenía huellas, casi como si el cazador estuviera buscando ser encontrado.
Tomé un sorbo de mi café, que ya había perdido calor, y apoyé mis codos en el escritorio, entrelazando mis dedos mientras reflexionaba sobre sus palabras. Las sombras jugaban a través de las expresiones de Ada, dándole un aspecto casi etéreo en la penumbra de la habitación.
—¿Qué sugieres? ¿Una trampa? —pregunté, la idea revolviendo una mezcla de precaución y curiosidad dentro de mí.
—Podría ser, —dijo con u