En un ataque de ira, Chester arrojó su teléfono a los pies de Juliana; la pantalla se rompió con el impacto.
Sin embargo, los registros de las transacciones estaban claros ante los ojos de Juliana: los pagos que ella había enviado a los jugadores.
El rostro de Juliana palideció, inmóvil por el terror.
—¡¿Acaso no viste que la vida de tu hermana estaba en juego?! —la furia de Chester estaba a punto de eclipsar su cordura; sus ojos la perforaban con una ferocidad escalofriante.
Juliana rompió a llorar; sus sollozos, pesados, salpicaban su mano.
—No es así...
Seth frunció el ceño mientras envolvía a Juliana en un abrazo protector.
—¡Chester, retrocede! ¿Por qué atacas a Juliana? ¡Ella no ha hecho nada malo!
Chester se burló, con el puño ensangrentado.
—¿Nada malo? Juliana, con 1.500 millones de dólares en tu banco, ¿por qué no saldaste las deudas del juego? Todo este desastre es solo un juego retorcido tuyo, ¿verdad?
Los ojos de Juliana brillaron de miedo.
—Yo... no sé de qu