Adara
Desperté, estaba oscuro, aunque había una luz encendida. Al reparar la habitación, la luz provenía del baño encendido, en el amplio mueble a un lado de la cama. Se veía a Julián con nuestro hijo en su pecho con una manta. —Y eso me dio una gran alegría, porque todo salió bien, mi hijo se encontraba vivo y yo también.
Recordé lo sucedido al ingresar al quirófano, por el susto y la impresión, se subió un poco la presión, y antes de presentar un cuadro de preeclampsia sacaron a mi hijo. Solo me aferré a la esperanza de vivir al lado de ese pequeño, quien vino a llenarme la vida de sueños. Cuando escuché su llanto, lloré con él.
Antes de dormirme, Eros me lo puso en el pecho y le di un beso en su cabecita. Ahora por fin podía tenerlo, a pesar de todas las adversidades, aunque tendré más hijos, todos los que el corazón quiera escoger. Eros miró mis signos y al verme se llevó a Deacon. Una enfermera lo cargó. Mi amigo sonrió.
—Hijo de tigre sale pintado. Este muchacho es Abdala donde