Eros
Estamos a dos semanas de nuestra boda por la iglesia. Nuestras madres se encontraban al borde de la histeria. El estado anímico de Ivette seguía igual. Había sido un dolor de cabeza para mí, el descubrir las razones por las cuales no le subían sus plaquetas, se mantienen muy bajas, al borde de una anemia y con su tendencia sería cuestión de días que desarrolle la leucemia.
Ya mis hijas tenían cinco meses, Althaia siete y Adara ingresó a su cuarto mes de embarazo. Nadie lo podía creer, pero su entereza le había ayudado para lograrlo. Era Benjamín quien la visitaba en casa, solo cuando era control de ecografía salía en ambulancia para la clínica.
Como también, cuando asistía a la cita inaplazable era la que se realiza con su oncólogo, tenía un control riguroso, y más con lo controlador que era Julián. Pero por su estado debíamos de estar controlándoles el cáncer, no queremos una metástasis de último momento, en eso Julián era un intenso. Aun así, cualquiera lo estaría.
Seguía sin v