Nadina
El corazón me latía a mil, nos quedamos callados en el teléfono y así me duela el alma, iba a seguirle el consejo que me acabó de dar Virginia, mi suegra.
—Hija, sé que debemos de entender a Eros. Su mente trabaja diferente. Pero no por ello debemos ponerle todo a su disposición y eso con todo respeto fue lo que te pasó a ti. —tenía toda la razón—. Ahora que vienen mis nietos, pero no por ello dejaré pasar tu acto irresponsable y egoísta.
» A un hombre no se le amarra con un hijo, cariño. Además, omitiste una solicitud que antes de ser una prohibición era solo un tener cuidado y ser conscientes. Eros puede pasar su falencia sanguínea y créeme, no querrás vivir la agonía de tener un hijo al borde de la muerte.
—Lo siento.
—Pero también te entiendo, desde hace meses Alejo y yo venimos analizando el comportamiento de Eros y no es para nada admirable. Ahí también tienes culpa. Mira cariño. El hombre propone y la mujer dispone; tu falla es que te faltó firmeza, ponerle un hasta a