El clima en Alba era espléndido cuando me detuve frente al edificio principal de la universidad, abrumada por un torrente de emociones.
Solo al recorrer los senderos del campus sentí por fin la verdadera esencia de mi renacer.
Durante el primer mes, dividí mi tiempo entre absorber conocimientos en las aulas de Derecho y trabajar en un restaurante. Aunque el cansancio físico era intenso, cada día rebosaba de esperanza.
Hasta que dos meses después, León apareció en la universidad.
—¡Ana! ¿Por qué no fuiste a Atlanta? ¿Por qué registraste a Lisa como Luna?
Mi risa fue fría como el hielo.
—No quiero un compañero destinado cuyo corazón pertenece a otra. Hasta mi lobo la rechaza.
Sus ojos se dilataron entre la sorpresa y la furia.
—Has cambiado.
Giré la cabeza mientras mi loba interior gruñía, esa familiar irritación emergiendo nuevamente.
—León, solo quiero vivir mi vida y estudiar. Si elegiste a Lisa, no me busques más.
Se pasó una mano por el rostro con exasperación.
—¡No digas