—¡No! ¡No lo hagas! Ella no lo merece.
León me lanzó una mirada cargada de odio, como si yo fuera la culpable de todo.
Al ver que los curiosos comenzaban a congregarse, decidí no seguir con ese espectáculo y me di media vuelta.
Tal vez esta vez sus lágrimas fueron lo suficientemente convincentes, porque León no volvió a aparecer después de eso.
Me sumergí en mis estudios y me uní a otros círculos universitarios, donde conocí a Marcos.
Como heredero del Alfa del norte, combinaba una amabilidad natural con destellos de autoridad.
Especializado en Derecho Constitucional, solía iniciar conversaciones sobre políticas públicas conmigo.
Poco a poco, nuestra amistad creció.
Pero la paz duró poco. Pronto recibí un correo de León:
"Ana, me equivoqué. ¿Puedes volver a la manada?"
"Lisa dio a luz a mi hijo."
"Te amo, debes creerme."
"¿Cuánto más debo humillarme? ¿Qué más quieres que haga?"
Lo borré permanentemente sin responder.
¿En qué mundo paralelo vivía para pensar que volvería?
Te