Camila se quedó atónita. Las palabras que tenía preparadas se atascaron en su garganta y una inexplicable inquietud la invadió.
¿Qué estaba pasando?
¿Cómo podía Mateo cambiar tanto en menos de medio día?
Rápidamente, cambió de táctica, retrocediendo para avanzar: —Tienes razón. Fue presuntuoso de mi parte. Después de todo, Lucía es una persona tan perfecta... Seguro será una madre mucho mejor que yo.
Apenas terminó de hablar, Daniel gritó a su lado: —¡No quiero a la bruja! ¡No! ¡Quiero que la tía Camila sea mi mamá!
Mateo nunca había encontrado tan irritante el llanto de Daniel. Iba a reprenderlo cuando Camila también rompió en sollozos.
—Quizás... regresar fue un error. Lo siento. He creado una brecha entre tú y Lucía. Me iré ahora mismo. Dejaré la ciudad en un par de días.
Como era de esperar, las palabras de Camila ablandaron el corazón de Mateo. Su tono se suavizó: —No era mi intención decir que fueras mala. No malinterpretes. Iré ahora.
De camino a donde estaba Camila, Mateo conta