—¿Acaso no son también tus suegros? ¿Te molesta tanto visitar su tumba? —replicó Mateo, irritado por sus palabras afiladas—. ¿Es que no sabes tomar un taxi a tu edad?Antes, aunque solía ser frío, nunca llegaba a este extremo. Aunque se molestara, siempre priorizaba su seguridad.Lucía no discutió más. Abrió la puerta y bajó del coche, cerrándola de un golpe, cargada de la emoción privada.Mateo no dudó ni un segundo. Dio media vuelta y se fue, dejando una nube de gasolina que le golpeó el rostro.Casi al mismo tiempo, su celular vibró.Era un mensaje de Camila, lleno de arrogancia: Ganarte fue demasiado fácil.Seis palabras que le provocaron un asco que le revolvió el estómago.Al deslizar el historial hacia arriba, vio el constante acoso y alarde de Camila, día y noche.Lucía nunca había respondido.Antes, demasiado destrozada por la rabia, demasiado sumergida en un llanto que no distinguía el día de la noche, no tenía fuerzas para hacerlo.Ahora, liberada, pensó un momento y escribi
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