Gritos estallaron entre los invitados, que huyeron en desbandada.
El oficiante se escondió bajo una silla, aterrado.
Alejandro abrazaba a Lucía, con el rostro contraído por el dolor.
Ella miró hacia abajo y se horrorizó al ver la sangre manando de su abdomen. Gritó pidiendo que llamaran a la policía y al hospital de inmediato.
Al recordar a las dos figuras que irrumpieron, buscó a Sofía con pánico.
La niña estaba protegida bajo la figura alta de un hombre. Los guardias de seguridad sujetaban al agresor.
Al quitarle la capucha, revelaron un rostro que no veían desde hacía mucho: Camila.
Su mirada estaba completamente enloquecida. Aún inmovilizada, gritaba: —¡Todos morirán!
De repente, se soltó brutalmente de los guardias, cogió una botella de alcohol de una mesa y la estrelló contra las brasas ardientes de un horno cercano.
—¡Boom!—
Las llamas estallaron instantáneamente.
Los guardias, priorizando salvar vidas, soltaron a Camila. Todos corrían por sus vidas.
Lucía intentó sostener a un