99.
La cocina del orfanato se había convertido ahora en una sala de reuniones bastante importante. Al parecer, cada cosa importante de la que teníamos que hablar se discutía en el lugar. Y estábamos todos ahí reunidos, sin siquiera empezar a hablar, cuando Luis apareció. Traía su casual y siempre altiva postura arrogante. En cuanto vio a Nicolás, no pudo evitar demostrar su disgusto.
— Pero mira nada más — comentó — . Entonces, al fin se supo todo.
— ¿Se aventuró a preguntar cínicamente? — Nicolás se puso de pie y le tendió la mano — . Es escalofriante — le dijo — , pero usted no cambia nada. No ha cambiado nada desde la última vez que lo vi, hace como diez años.
— El secreto es no estar con gordas — comentó Luis, y Nicolás volteó a mirarme. Yo me encogí de hombros. ¿Qué más podía decirle?
— En cambio, usted sí se ve mayor — dijo Luis — . Seguro envejeció muchos años en el momento en el que supo que tenía trillizos, ¿no cree?
Pero Nicolás no contestó. Caminó nuevamente hacia dond