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Que ya había estado en el departamento de Nicolás, pero estar nuevamente ahí, ahora con mis trillizos, era extraño. Yo estaba segura de que los tres niños se hubiesen sentido más tranquilos si nos hubiéramos quedado en el hogar donde se quedaron los demás niños. Ellos eran su familia, pero también debía entender que Nicolás necesitaba tiempo para estar con ellos. Así que por eso accedí.

En el camino al departamento, Nicolás hizo muchísimas llamadas y se la pasó escribiendo en su teléfono. Por eso me pidió a mí que condujera para poder hacer todas las diligencias que necesitaba. Y cuando llegamos a la casa, abrió la puerta y encontramos enormes cajas en la sala. Cajas que no estaban antes.

— Qué bueno que llegaron a tiempo — dijo Nicolás mientras entrábamos — . De todas formas, creo que hacen falta unas por llegar.

Los niños entraron y observaron el lugar. Jamás en su vida habían visto algo tan grande y lujoso. Era una casa espléndida, con enormes ventanales y pisos de cerámica. Los n
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