Capítulo 33. La verdad incómoda: Alejandro.
La noticia de mi padre cayó como un rayo en medio del éxtasis. "¡Tenemos que adelantar la boda!" La frase resonó en mi cabeza, aplastando la burbuja que habíamos creado Valentina y yo. Mi cuerpo se tensó, el calor del momento se disipó, reemplazado por un frío gélido que me subió por la espalda. El rostro de Valentina, todavía con el rastro de la pasión, se volvió confuso al verme palidecer. No había escuchado las palabras de mi padre, pero mi reacción debió ser un indicio claro.
Con un último vistazo desesperado a sus ojos verdes, me separé por completo de ella. El apartamento, segundos antes un santuario de intimidad, ahora parecía sofocante.
- Tengo que irme —alcancé a decir, mi voz sonaba hueca, casi ajena—. Es... es urgente.
Salí del apartamento a toda prisa, dejando a Valentina con una expresión de asombro y preocupación. El camino de regreso a casa de mis padres se sintió interminable. Mi mente era un torbellino de emociones: la intensidad del beso con Valentina, la repentina u