Capítulo 107. La verdad no dicha.
**Alejandro**
Era una tarde tranquila, al menos en apariencia. El cielo sobre Medellín tenía ese color entre azul y ceniza que siempre precede a la tormenta. Valentina dormía en el sofá, con las piernas recogidas, una manta sobre la cintura y el rostro en paz. Una paz frágil. Una tregua que no se debía romper a la ligera.
Yo leía, aunque no entendía ni una línea. Esperaba a Camilo.
Cuando llegó, no saludó como siempre. Cerró la puerta con cuidado, dejó la chaqueta sobre la silla y se quedó de pie. Tenso. Sostenía una carpeta. Sus ojos buscaron los míos. Yo supe, antes de que hablara, que algo estaba mal.
Me levanté despacio. Le señalé con la mirada a Valentina, dormida aún.
—¿Vamos a la cocina? —susurré.
Asintió. Caminamos sin ruido, como si estuviéramos dentro de un ritual que requería respeto. Cerré la puerta detrás de nosotros. Camilo puso la carpeta sobre la mesa, pero no la abrió.
—¿Qué pasó? —pregunté. Intenté que mi voz sonara estable. Fracaso total.
Camilo respiró hondo. Apoyó