259. Esencia Luisón
Después de una semana de viaje, llegaron. La Estancia Sombra, el Santuario de Leonardo Lombardi, no era una simple construcción en la estepa. Era una herida en el paisaje. Excavada en la ladera de una montaña, la estructura de hormigón y cristal oscuro era casi invisible, una obra de arquitectura brutalista diseñada para fundirse con la roca y la nieve. No había caminos que llevaran a ella. Solo una pista de aterrizaje privada y los senderos de animales.
Elio y Mar la observaron desde la distancia durante un día entero, escondidos en un risco, estudiando.
—No hay movimiento —dijo Mar, sus ojos fijos en el complejo a través de unos binoculares—. No hay guardias en el perímetro. No hay vehículos. Parece… abandonado.
—No. No está abandonado —respondió Elio, su voz fue un murmullo bajo. No necesitaba binoculares. Podía sentirlo—. Está… dormido. Hay energía. Mucha. Pero está contenida. Como una bestia en hibernación.
Esperaron a que la noche cayera. Y entonces, comenzaron la infiltración.