Yvi
La lluvia no cae del todo: flota, duda, acaricia mi piel sin lavarla. Cada paso es un desgarro. Cada respiración, una mordida en mi garganta. Pero sigo adelante. He ido demasiado lejos para retroceder ahora. Siento su presencia antes de verlo. Como una marea negra que se hincha a lo lejos, lista para engullir la costa.
Y cuando llego, él está allí. Inmóvil. Erguido. De una belleza terrible, intacta, fulgurante. No se mueve. Pero arde. Y todo lo que es parece gritarme llegas tarde.
Aleksandr Sus cabellos están empapados, pegados a su frente. Sus mejillas enrojecidas por el viento, por el frío, por el miedo tal vez. Pero ella no parpadea. No aún. Tiene esa manera de mantenerse erguida, como si su voluntad pudiera hacerme ceder. Como si ignorara que soy la roca contra la que todos terminan rompiéndose.
La dejo venir. Quiero que se acerque lo suficiente para escuchar el rugido dentro de mí. Quiero que sienta que ya no soy hombre. No realmente. Solo una ira tallada en hueso.
Yvi Me ace