Ivy
La luz apenas filtra entre las pesadas cortinas de terciopelo rojo. Respiro con dificultad, adormecida por la noche de excesos que me deja dolorida, ardiente. Un escalofrío me recorre cuando siento sus labios rozar mi nuca, luego descender lentamente por mi hombro desnudo.
— No te escaparás más… murmura Aleksandr con una voz ronca, grave y hambrienta.
Su torso desnudo se aplana contra mi espalda, y siento sin rodeos el despertar de su deseo, duro y listo, que se apoya contra mis riñones. Un fuego helado y ardiente a la vez me atraviesa.
— Aleksandr… estoy exhausta…
Pero mi voz tiembla, traicionándome. No es un rechazo. Mi cuerpo se enciende bajo la caricia de sus dedos que deslizan por mi vientre antes de bajar más.
Aleksandr
Sonrío contra su piel, saboreando su escalofrío. Su fatiga no me detiene. Es magnífica en esta debilidad ofrecida. Su voz quebrada, sus muslos que se cierran instintivamente alrededor de mis dedos.
— Vuelve a dormir conmigo… pero con las piernas abiertas, mi reina.
La giro lentamente, observándola, jadeante, desnuda entre las sábanas arrugadas. Su mirada se ahoga en la mía, y veo la vergüenza, el deseo, esa sumisión que se niega a admitir.
Me deslizo entre sus muslos, aparto su pierna con un gesto firme y me hundo en ella de un golpe brutal. Su grito ahogado resuena en la habitación. Y empiezo de nuevo, más lento, más profundo.
Ivy
Me toma como si la noche nunca hubiera existido. Cada movimiento me roba el aire, me deja sin aliento bajo él. Mis brazos se enrollan alrededor de su cuello, mis caderas responden a las suyas a pesar de la quemadura entre mis muslos.
Solo soy suya. Aquí, ahora, lo acepto.
Me devora, me besa a boca llena, sus colmillos rozando mi labio.
— Dilo… di que eres mía… gruñe.
Sacudo la cabeza, pero él me penetra más fuerte, hasta que las lágrimas me brotan a los ojos.
— Dilo, Ivy…
Un sollozo me escapa, pero cedo.
— Soy tuya… Aleksandr… tuya…
Aleksandr
Rugiendo de satisfacción, la beso hasta ahogarla. Sus palabras vibran en mi pecho como un juramento. La tomo sin piedad, hasta sentir que se quiebra en un último orgasmo, jadeante, temblorosa bajo mí.
Me derramo en ella con un gruñido de bestia. Mi frente se apoya contra la suya.
— Nunca más te escaparás de mí.
Ivy
Lloro suavemente, pero ya no sé si es de placer o de miedo. Mis dedos se deslizan por su cabello, incapaz de apartarlo.
Estoy perdida… y a su lado.
Yvi
La gran sala del palacio está atestada. Cientos de vampiros se apiñan, sus rostros de una belleza glacial, sus miradas oscuras y ávidas. Siento sus ojos sobre mí, mirándome, juzgándome. Contengo un escalofrío.
Aleksandr me sostiene la mano, posesivo. Su aura aplasta toda la sala. Un rey. Su rey. Y yo… Su compañera designada por el destino.
Quiero huir. Pero no tengo a dónde ir.
Aleksandr se inclina hacia mí, su aliento deslizándose contra mi sien.
— Quédate cerca de mí, Yvi. No tiembles. Deben verte como mi reina, no como una presa.
Levanto el mentón, forzando mi mirada a barrer la sala. Son tantos… y cada uno de ellos me mataría sin dudarlo si Aleksandr se los ordenara.
Aleksandr
Siento su corazón latir contra mi palma. Es magnífica, incluso en su miedo. Esa fragilidad que ya se tiñe de fuego. Mi pueblo no la merece… Pero la respetarán.
La llevo al centro de la sala. Un silencio pesado cae.
— Pueblo de la Noche, aquí está Yvi.
Mi voz resuena, ronca y vibrante. — La compañera que el Destino me ha dado. Aquella que he esperado milenios. Aquella por quien derrocaré vuestros tronos y vuestras certezas.Se levantan murmullos, entre fascinación y rechazo.
— Lleva la marca. Mi sangre fluye en ella ahora. La servirán como me sirven a mí. La protegerán como a su reina. Y ay de aquel que dude… Será el primero en morir.
Siento a Yvi tensarse a mi lado, pero no huye. Su fuerza me fulmina.
Yvi
Me siento tambalear. Pero en el fondo de mí, un instinto primitivo despierta. Los miro, uno a uno, a estos monstruos de inmortalidad. Y por primera vez… me sorprendo sonriendo.
Soy su reina, quieran o no.
— No les pido su amor, lanzo, la voz temblorosa pero firme. Tomaré lo que me corresponde.
Un rugido de sorpresa sacude la sala. Aleksandr me observa, los ojos ardientes de orgullo.
Aleksandr
— Que celebremos esta noche. La sangre fluirá… Pero será en su honor.
Levanto su mano, sellándola definitivamente a la mía bajo los gritos y clamores.
Esta noche, Yvi se convierte en la Reina de las Tinieblas.
Lyam
Fijo la mirada en el horizonte con una expresión sombría, los puños apretados hasta hacerme sangrar la palma. Ivy… Mi alma, mi compañera. Ella está allá, en ese maldito palacio de sangre, entre las manos de un vampiro que se atreve a reclamarla. Mi sangre hierve en mis venas.
— Hoy es el día, gruño. Vamos a buscarla. No importa quién se interponga en nuestro camino.
Kael
Asiento con la cabeza, la mandíbula contraída.
— Deberíamos haber ido antes… Pero Aleksandr tiene más poder de lo que pensábamos. Su pueblo lo ha seguido. Esta maldita ciudad tiembla bajo su presencia.
Echo un vistazo a Soren. Mi hermano, normalmente tan tranquilo, parece a punto de explotar.
Soren
— La siento aún… en mi cabeza… en mi alma. Ella sufre. Y nos llama, aunque no lo sepa.
Me levanto de un salto.
— No regresaremos sin ella. Prefiero morir que dejarla allá.
Lyam
Coloco una mano pesada sobre el hombro de Soren.
— Es nuestra. Que sea rey, que sea milenario o inmortal, me da igual. Ivy es nuestra. Vamos a recordárselo.
Giro sobre mis talones, lanzando una mirada a nuestros guerreros reunidos en el patio.
— Prepárense. Partimos en una hora. Y esta vez… traeremos de vuelta a nuestra reina.
Kael
Siento esta rabia antigua consumir me. No existe nada más, solo ella. Su piel. Su olor. Su mirada. Y este vínculo que él cree que puede robarnos.
Murmuro entre mis colmillos apretados.
— Le arrancaré el corazón.
Soren
Cierro los ojos, y la siento, allá… Una ola de miedo y deseo. Ella cambia. Se convierte en otra cosa. Y si él la marca demasiado profundamente, será demasiado tarde.
— Apurémonos… o la perderemos.
Lyam
Rugiendo, el sonido resuena en toda la ciudad.
— A caballo. Que se prepare. Somos los alfas de esta ciudad. Vamos a recuperar lo que nos pertenece.
YviLa noche se prolonga en un torbellino de susurros y miradas fijas en mí. La sala se ha transformado en un baile macabro. Vampiros bailan, copas llenas de sangre circulan, y la música es de una lentitud sensual que hiela la sangre.Aleksandr no me suelta. Su mano posesiva abraza mi cintura, su mirada quema sobre mi piel. Cada vez que un vampiro se acerca demasiado, gruñe con un tono tan gutural que siento que la sala entera se tensa.— No te alejes nunca a más de un metro de mí esta noche, ordena en un susurro rasposo. Los retengo todavía... Pero su sed es antigua. Sienten lo que eres. Lo que podrías llegar a ser.— ¿Y qué soy? Mi voz tiembla.Sus ojos oscuros se anclan en los míos.— Su pérdida. Su obsesión. Su salvación.Me estremezco. Tengo la sensación de estar al borde de un abismo, incapaz de retroceder o avanzar.AleksandrElla aún no lo sabe, pero es más que una compañera. Esta magia antigua en ella, la siento en cada respiración que toma. Es la sombra y la luz, el fin y el
YviLa luz pálida del amanecer acaricia mi piel desnuda cuando mis párpados se abren lentamente. El palacio está en silencio, amortiguado por el grosor de las cortinas negras cerradas contra el día. Todo mi cuerpo duele, entumecido por la noche salvaje que hemos atravesado. Pero es un dolor dulce, un recordatorio ardiente de lo que me ha hecho, de lo que me ha quitado... y ofrecido.Siento su presencia incluso antes de verlo. Aleksandr está allí, acostado de lado, su mirada roja posada sobre mí. Su mano roza mi mejilla, una caricia tan tierna que me arranca un suspiro.— Estás despierta, mi reina...Su voz es áspera, aún cargada de sueño.Asiento, incapaz de hablar, ahogada en sus ojos de otro tiempo.AleksandrEs sublime. Desnuda, marcada, aún temblando por lo que hemos compartido. No puedo resistirme, mis labios encuentran su sien, se deslizan hasta su cuello. Allí, sobre la mordida que le dejé, deposito un beso casi casto.— Sientes mi olor... Te cubre. Eres mía, Yvi. Nadie podrá q
YviNo me muevo. Estoy paralizada, ahí, entre ellos. El viento golpea mi rostro, las lágrimas ruedan por mis mejillas sin que pueda contenerlas. Abajo, los trillizos gritan mi pérdida, su rabia parte el aire, resuena hasta mí. Frente a mí, Aleksandr se erige, erguido, soberano, listo para aniquilarlos por mí.Y ya no sé dónde está mi lugar.Creía haber encontrado un refugio en sus brazos helados. Pero verlos ahí, mis lobos, el corazón hecho trizas, despierta esa parte de mí que había enterrado.— Yvi... Vuelve, maldita sea... Vuelve con nosotros...La voz de Lyam rasga el cielo. Me mira, con la mirada loca, el cuerpo temblando de rabia y dolor. Sus hermanos a su lado, la boca ensangrentada de haber gritado demasiado, los puños apretados.Titubeo.— Van a morir si bajas, Yvi... susurra Aleksandr en mi oído. Su mano helada se cierra sobre mi nuca, obligándome a quedarme allí, sobre esas murallas. No los dejaré que te vuelvan a tomar. Nunca. Eres mía.— No soy de nadie... murmuro, pero n
YviEl palacio está silencioso, casi demasiado. Mis pasos resuenan en la gran sala vacía. Sin embargo, siento ese escalofrío, esa tensión en el fondo del vientre, ese extraño calor que me oprime el pecho. Tengo frío. Y al mismo tiempo… ardo.Algo crece dentro de mí.Lo siento, visceralmente. Como si la tierra misma me llamara. Mis manos se deslizan sobre mi vientre, y este simple gesto me quiebra. Porque lo sé. Sé lo que llevo, aunque todavía me niegue a creerlo.No es la marca de Aleksandr la que palpita en mis venas. No. Es otra cosa. Un susurro. Una vida.Su vida.LyamEl grito que me desgarró escapa de mi garganta sin que pueda contenerlo. Caigo de rodillas en este bosque donde crecimos. Allí donde todo comenzó. Y la siento. Su olor. Su angustia. Pero más fuerte aún… siento lo que ella ni siquiera sabe que lleva dentro.— Ella es nuestra... Ella nos lleva...Mi voz se quiebra. Las lágrimas fluyen. Soren y Kael acuden, alertados por mi grito.— ¿Qué estás diciendo? gruñe Kael.— Yv
Aleksandr La miro. Ella está ahí. De pie. Inmóvil. Pero veo sus rodillas tambalear, sus manos crispadas en los pliegues de su vestido como si quisiera arrancarse de ese cuerpo, huir, gritar. Se enfrenta a mí como una condenada frente a su verdugo, pero no hay cadenas alrededor de sus muñecas. No. La cadena soy yo. Y la odio por eso. Por este control que tiene sobre mí. Por este poder que ni siquiera domina. Me ha poseído sin tocarme. Me ha roto sin levantar la mano. Ella es mi azote, mi salvación, mi desgracia. Y, sin embargo, se atreve. Se atreve a pedirme lo impensable. El abandono. El final. La liberación. — Me pides que te deje ir… Las palabras escapan en un susurro áspero, ahogadas por la ira, por el dolor, por un sufrimiento demasiado antiguo para ser humano. Mi voz se quiebra, y siento que todo en mí se agrieta. Soy un rey. Soy un monstruo. Un señor de sangre. Un dios entre las bestias. Pero frente a ella… soy un hombre. Un hombre arrod
YviLo siento en mis huesos, ese peso que deposita en mi alma. La guerra está a mi puerta, y sin embargo, él es mi amo, quien me quiebra sin siquiera tocarme. No hay escapatorias, no hay protección en este mundo. Soy prisionera de su dominio, y él lo sabe. Y yo también lo sé.Debería estar asustada, pero es un calor extraño el que me consume. Me ha marcado, su sombra se desliza en mi mente, se infiltra en cada pensamiento, cada aliento. La promesa de una libertad que ya no me atrevo a llamar por su nombre. Porque soy mía y, sin embargo… le pertenezco.Él me ha hecho lo que ha querido. Me ha roto, pero aún me mantiene intacta, como un objeto precioso y peligroso. El sabor de su posesión en mis labios me ahoga, pero no puedo deshacerme de ello. No aún. Él tiene todo lo que soy, todo lo que podría ser. Y lo sabe.La guerra retumba, me rodea, pero estoy como suspendida en este espacio extraño donde ya no hay lugar para escapar. No es el miedo lo que me paraliza, sino esta aceptación, dulc
YviEstoy aquí, suspendida entre dos mundos, entre el deseo y la derrota. La sombra de lo que soy se desmorona cada vez que él me toca, cada vez que se acerca a mí. Es una sensación indescriptible, dulce y dolorosa a la vez, como si mi alma estuviera quemada por un fuego que no comprendo. Él es la llama. Él es la ceniza. Y me consumo sin poder escapar de este incendio, sin poder desprenderme del calor que me devora. La verdad es que soy a la vez la víctima y la cómplice, y en esta dualidad, me pierdo un poco más cada vez que nuestros cuerpos se rozan.Sus manos acarician mi piel, suaves al principio, como una promesa. Lo siento, cada escalofrío recorriendo mis nervios, cada aliento que no logro controlar. Sus dedos acarician mis brazos, siguen la línea de mis costillas, trazando senderos invisibles de deseo. Él está aquí, en mi espacio, y todo en él me habla de una dominación silenciosa. No me obliga, pero no me deja opción. Me aprisiona en una trampa invisible, y cada movimiento, cad
YviEstoy a punto de desmoronarme, lenta e inexorablemente. El mundo a mi alrededor desaparece poco a poco, todo lo que soy se reduce, se concentra en él. Él, el hombre que ha echado raíces en mi mente, que abraza mi corazón con una fuerza que ya no puedo definir. Cada respiración que tomo, cada latido de mi corazón resuena con su presencia. Él está ahí, siempre ahí, en cada rincón de mi ser, devorando, insaciable.Siento el deseo invadiéndome con cada contacto. Sus manos, ardientes, me rozan y me consumen, como llamas devorando una madera seca. Cada beso que deposita en mi piel es un acto de posesión, una marca invisible, pero inalterable. Me devora por dentro, pero no puedo detenerme. Porque, paradójicamente, quiero que lo haga. Porque estoy perdida. Y cuanto más lucho, más enciende esta guerra entre lo que quiero ser y lo que me he convertido.Mi cuerpo responde a sus caricias incluso antes de que mi voluntad pueda reaccionar. Soy prisionera de este fuego sagrado que él enciende en