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Capítulo 46 — El Corazón de la Tormenta

Ivy

La mañana es helada, pero no por culpa del viento o de la temporada. El frío que impregna el aire tiene raíces más profundas, dentro de mí. Es como un peso que aplasta mi pecho, más opresivo que cualquier frío físico. La guerra está cerca, la sensación ya es palpable. Y con ella, la conciencia de que tendré que tomar una decisión… y quizás romper el corazón de aquellos que me aman, de aquellos que siempre han estado a mi lado.

Me encuentro frente a la ventana panorámica, los ojos perdidos en el horizonte gris. Mis dedos tiemblan mientras rozan el cristal frío, y sin embargo, no puedo apartar la mirada. Siento su presencia detrás de mí. Lyam, Kael y Soren. Lentamente, están despertando. Pero no me vuelvo. No aún. Es como si el momento fuera demasiado frágil para permitirme girarme y verlos, para sentir sus voces.

Lyam

Cuando abro los ojos, siento de inmediato ese vacío que hay a su alrededor. Ivy está allí, pero está en otro lugar, como si ya estuviera lejos, ya lista para escapar, pero sin moverse. Me acerco silenciosamente, caminando sin hacer ruido, y pongo mis manos en sus caderas, tratando de alcanzarla. — No te alejes… No ahora… No hoy… No me dejes solo.

Las palabras se deslizan de mis labios con una intensidad que nunca creí poder sentir. Me siento vulnerable, pero también determinado. No puedo permitirme perderla. No ahora. Nunca.

Kael

Mi respiración es irregular, la frustración me consume. Con un gesto violento, mi puño golpea la pared, dejando una marca evidente. Basta. Tengo suficiente miedo como para intentar hacer algo, pero es la angustia de esta espera lo que me vuelve loco. ¿Por qué? ¿Por qué Ivy se está alejando de nosotros, sin siquiera darse cuenta? La siento deslizarse, como arena entre los dedos. Ella es nuestra, lo sabe, lo siente, pero… me parece que no lo cree lo suficiente.

— No tienes que elegir, Ivy. No hay nada que elegir. Lo sabes, lo sentimos todos. No hay otro camino. Tú eres nuestra, como nosotros lo somos para ti.

Soren

Observo a mis hermanos en silencio, tratando de entender qué está sucediendo dentro de ella. La siento temblar, no solo por el miedo, sino por algo más profundo, algo que se nos escapa. Luego me acerco a ella, apoyándome a su lado, y susurro suavemente en su oído: — Prepárate... hoy es el día. Él y la bruja están llegando. Tuvimos a nuestros exploradores durante la noche. No hay más tiempo. El Consejo ya está reunido.

Mi mirada se cruza con la suya. Ella está cansada, pero no se rinde. Se ha hecho una máscara de coraje que no puedo dejar de admirar. Pero dentro, sé que la guerra que la arrasará ya está comenzando.

Ivy

Mi respiración está entrecortada, la tensión me aprieta la garganta mientras me pongo el vestido preparado para mí. Un vestido negro, adornado con símbolos de antigua realeza. Soy su reina, lo sé. Pero a veces, me siento más pequeña de lo que debería. Más humana de lo que me gustaría.

Las sirvientas entran, ayudan a vestirme, y me ayudan a recoger mis pensamientos. Soraya llega poco después. Sus ojos son más graves, más respetuosos. Pero hay una tristeza en sus ojos que no puedo ignorar. Su sonrisa es tensa, pero sincera. — Tendrás que luchar, Ivy… Esté lista. Este vampiro que viene… no es un simple pretendiente. No es como los demás.

Su beso en la mejilla es un acto silencioso de apoyo. Y entiendo… En esta guerra, está de mi lado. Pero no es fácil. Nada es fácil.

Lyam

Avanzamos por el pasillo con paso solemne, casi como si nos dirigiéramos hacia una sentencia. Los sirvientes se mueven con cautela, evitando nuestras miradas. Todos lo saben. Todos sienten que el final está cerca. El Consejo nos espera en la sala principal.

Los Ancianos están todos allí. También hay representantes de las otras ramas, todos con rostros graves y cerrados. Las tensiones son palpables. Y en el centro de la sala… está el trono. Mi mirada se cruza con la de Kael, y en un solo instante sabemos lo que debemos hacer. Un plan mudo que ya forma parte de nosotros.

— Hazla sentar, murmuro. Que vean quién eres, que vean a quién perteneces.

Kael

Con firmeza, la levanto y la coloco en el trono, entre nosotros tres. Nuestras manos sobre ella, nuestras huellas en su piel. Nuestro olor que se mezcla con el de su piel. Nuestra marca, que no puede ser ignorada.

— Que venga… Lo estamos esperando.

La atmósfera está cargada de tensión, un silencio casi mortal, lleno de expectativa. La respiración de todos en la sala parece haberse detenido.

Soren

Un silencio mortal se cierne sobre la sala. Luego, como si fuera una señal, la gran puerta se abre lentamente. Y Aleksandr entra. Su paso es lento, medido, como el de un depredador que sabe que domina. Y detrás de él, la bruja. Ella es fría, inexpugnable. Y Aleksandr… Él es hermoso, de una belleza sobrehumana. Sus ojos se posan en Ivy, y hay algo peligroso en su mirada.

— Finalmente… Mi compañera. He venido a buscarte.

Su tono es calmado, casi divertido, pero bajo hay una ferocidad que no puedo ignorar.

Ivy

Un escalofrío me recorre. Pero me quedo inmóvil. Siento la furia de mis tríos detrás de mí. Los siento listos para protegerme, pero no puedo evitar hacerme preguntas. Un nudo se forma en mi garganta. Pero no puedo permitirme ceder al miedo. Elevo la voz, temblorosa pero fuerte: — No eres el único que me reclama.

Aleksandr sonríe. La bruja levanta la mano con un gesto fluido, pero con un poder que parece romper el aire. — Llevará la marca de aquel que elija. El ritual puede comenzar al fin…

Lyam

Un gruñido se me escapa. Mis uñas se alargan como garras. — No se habla de eso. Es nuestra. Ya tiene nuestras marcas, nuestros lazos.

Kael

Me levanto, listo para lanzarme contra él. Pero cada fibra de mi cuerpo sabe que no podemos reaccionar impulsivamente. Su poder es palpable en el aire, su magia antigua e imparable. No podemos permitirnos movernos. No aún. La muerte nos espera a la vuelta de la esquina.

— No la tocarás, bastardo…

Soren

Aprieto los puños, pero mi cuerpo está inmóvil. Mi mente corre. Ivy. La miro. Ella está temblando, pero dentro de mí sé que algo está cambiando. No es solo miedo. Hay algo nuevo que está despertando en ella. Una fuerza que nunca habíamos visto antes.

La bruja se acerca con paso seguro, su voz un susurro helado en el aire.

— La sangre habla, Alpha. Ella no es solo humana. Es de los nuestros. Reencarnada mil veces. Marcada por el Rey. Le pertenece.

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