Ivy
Al día siguiente, con el amanecer apenas levantado, la atmósfera de la casa cambia. Algo extraño se desliza en el aire. Un escalofrío recorre mi espalda, sin razón aparente. Sin embargo, los trillizos aún duermen, acurrucados contra mí, su aliento caliente en mi cuello.
Me escapo suavemente, negándome a perturbar este momento de paz. Pero apenas pongo un pie fuera de la cama, un grito retumba en la casa. Un llamado de alerta. Mis manos se crispan.
Soren
Gruño en mi sueño, despertando de un salto por ese grito. Mis hermanos se enderezan al mismo tiempo que yo. No se necesitan palabras. Algo grave está sucediendo.
— Quédate ahí, Ivy.
Pero la conozco. Ella nos sigue.
Bajamos apresuradamente. En el patio, reina una extraña agitación. Guerreros de la manada encierran dos siluetas inmóviles. El aire vibra con magia.
Kael
— ¿Quién se atreve a entrar aquí sin ser invitado?! rujo mostrando los colmillos.
El primero levanta la vista, con una calma escalofriante. Un hombre de belleza sobrena