Después de la ceremonia de marcado, Teo encontró mis antiguos diarios. Se burló de ellos, los llamó “fantasías patéticas de Omega”. Aun así, los guardé. Me aferré a la esperanza.
Pero el día antes de abandonar su territorio...
Encendí una hoguera ritual y los lancé uno por uno al fuego. Fueron cinco años de amor unilateral, reducidos a cenizas.
Y mientras ardían, no sentí dolor. Solo alivio.
Tal como ahora.
—La disolución del vínculo ya fue presentada ante el Consejo Alfa —le dije en voz baja, con mi loba tranquila y firme.
—Pero ya no importa. Hemos cambiado de manada. Y según la ley ancestral, cruzar territorios con intención hostil anula todo vínculo anterior. Sigues teniendo sentimientos por Sara y su hijo. Si quieres seguir jugando a la familia perfecta con ellos, hazlo. Pero mi hijo y yo no somos ni seremos la segunda opción de nadie. Puede que alguna vez te haya amado, Teo, pero mi amor nunca fue barato. Mi loba te eligió, luchó por ti y te esperó. Pero también aprendimos