Capítulo 2.

En cuánto pudo recuperar el aliento y saber que el hombre que dormía boca abajo no se despertaría, Valentina se puso la ropa, lo más rápido que sus torpes pasos se lo permitieron.

Además las secuelas aun estaban muy presentes y en cada paso para buscar sus cosas lo notó. Muy mala hora para no haber llevado su teléfono, pensó.

Pero lo hizo para no ser localizada por nadie. Aunque eso no sirvió porque cuando salió del sitio en la madrugada, con su cabello cubriendo su rostro para no ser vista por nadie, no creyó que se encontraría con un auto que le impidió el paso.

__ ¿Tío, que haces aquí? - preguntó al hombre en la cabina. Este solo reparó su aspecto y negó con desdén hacia sus acciones.

__ Esa pregunta la debería hacer yo. - la reprendió. Ella sintió vergüenza de sí misma. Olía a licor, fragancia masculina y mucho sudor.

No era para menos.

__ Sube antes que me arrepienta de no decirle a Micaela sobre lo que hiciste. - señaló. En ese momento no quería discutir con nadie, la cabeza y cada centímetro de su cuerpo dolía a causa de su reciente encuentro.

Subió al vehículo y guardó silencio en todo el camino de regreso a la casa en dónde se estaban quedando. Esperó oir reproches de su tío Larry, pero no hubo nada de eso, lo agradeció de algún modo, aunque no podía negar que odiaba el hecho que supiera lo que había pasado, porque claro de que debía imaginarlo.

__ Tenemos una conversación pendiente. - le habló esta cuando salió del vehículo y se dirigió al interior de la casa.

__ Puedes decirle a mi madre si tanto quieres. Me da igual. - caminó lo más rápido que pudo, entrando al dormitorio donde se encerró en la ducha por casi media hora antes de regresar a la cama, donde cerró los ojos sin querer pensar en el desconocido a quien le llevó el reloj que encontró en su muñeca.

Ni siquiera ella entendía la razón del porqué querer llevarlo, pero lo guardó en su maleta y durmió hasta que cayó el medio día, ignorando a todos los que llegaron por órdenes de su inclemente madre.

__ Ya me cansé de tus caprichos. - dijo la mujer que tiró de sus sábanas con fuerza para dejarla al descubierto. Su cabeza se sintió casi explotar debido al feroz grito. - Levántate. Date un baño y te quiero lista para esta noche, tu prometido viene a hacer oficial este pacto.

__ Ya te dije mi opinión sobre eso. - dijo ella. - Que venga y se comprometa con el gato.

__ No te estoy pidiendo opinión de nada. Te dije lo que harás o de lo contrario venderemos todas las empresas de tu padre al jeque que se ofreció a comprarlas. - ella se levantó de inmediato.

__ No lo harías. - quiso creer con todas sus fuerzas que solo era una amenaza.

__ Desafía mi paciencia, Valentina. - respondió solamente antes de darse la vuelta.

__ Es el patrimonio de mi papá. - le recordó.

__ Y se irá al carajo si tú no haces algo para evitarlo.

__ ¿Y en que ayudará que me case con un tipo que no conozco? - puso los pies en el frío piso para seguirla.

__ En que no tendré que aguantar caprichos de niñitas que no entienden su única finalidad en la vida de su padre. - planteó llegando al pasillo. - Que haya sido blando contigo los últimos años, no significa que en verdad esa promesa de no casarte por acuerdos sería real toda la vida. Madura de una vez y entiende que no eres más que una ficha en su vida, por muy cruel que suene de la familia también.

Los ojos le ardieron ante la verdad que le lanzaron a la cara. Sus oídos se taparon con el retumbar de sus latidos y ese nudo horripilante en su garganta se sintió demasiado grande para pasarlo.

Su madre siempre sería cruel. No importaba nada aparte del dinero y la posición para ella y menos cuando se trataba de sacrificar a su hija.

Valentina no fue capaz de hablar. Vio a su tío salir de la habitación contigua e inhaló más fuerte.

__ Y aún no sabe lo que hiciste. - exclamó dejándole saber que habría mucho más que eso si llegaba a saberlo. - Siempre quiero que estés bien, sobrina. Pero en este caso es necesario que pongas las prioridades en tu vida en orden y no te vayas por las que te gustan. La estabilidad también dan paz y tú tienes la llave para lograrla.

__ ¿Casándome? - él movió la cabeza. No había nada que un falso profeta de paz no pudiera obtener, más cuando siempre cuidó de qué mostrar y que esconder.

Valentina no tenía ninguna intención de que eso pasara. Un matrimonio con un ser cruel era lo que menos deseó, pero ellos tenían razón. Además que su padre no la querría quedandose de brazos cruzados jamás.

__ Sí tú hubieses muerto en lugar de él, te aseguro que Renzo no dejaría al tipo que lo hizo con vida. - murmuró su tío cuando la dejó sola enmendio del pasillo, oyendo las ideas una y otra vez.

Fue preparada para muchas cosas, pero no para estar contra todos en un juego que podía aplastarla.

Pero esa noche por órdenes de su madre, dos mujeres ingresaron a su habitación con maquillaje y un vestido azul que le ayudaron a ponerse. Dejando una imagen muy recatada, pero a la vez atrevida en el espejo frente a ella.

__ ¿Esto es lo que quieres, madre? - cuestionó con rencor hacia a ella cuando la vió cruzar su puerta. - Dominar todo ¿no?

__ Mantener en regla, que es muy distinto. - exclamó Micaela revisando cada detalle. - ¿Te golpeaste?

Valentina se miró el hombro de forma rápida al sentir los dedos de su madre en ese lugar. Reconociendo esas marcas y por qué estaban en ese lugar. Pasó saliva y contuvo la respiración.

__ Cubre eso. Los Bassett no damos mala impresión jamás. - la mujer que la maquilló lo hizo, en tanto a la chica le hartó se tratada como una muñequita de trapo a la cual manipulaban a su antojo.

Cuando salieron de su habitación al oír los autos llegando, inhaló todo el aire que pudo. Necesitaba ahogar las penas con algo, lo que fuera. Vio la fotografía de su padre junto a ella en su móvil y sonrió.

Pensó en que Renzo jamás la trataría así. Pero su tío acertó al decir lo que haría, por lo que bajó cuando le dijeron que la estaban esperando.

Cada paso pesó cuál tonelada de plomo dentro de sus zapatos. Sin embargo no bajó la cabeza, ni se vio dudando. Eso al menos antes de llegar frente a los dos hombres que habían en la sala junto a su madre y su tío. Le robaron el aliento al solo verlos. Su rostros se le hicieron haberlos visto en otro lugar, solo que no recordó en donde.

__ Él es Aarón Crown y su hijo Leonardo. - le presentó Micaela, tomando la mano de su hija, la cual sonrió. Conocía a Aarón, pero al otro no, por ellos las dudas la asaltaron.

__ ¿Es él? - quiso saber y su madre negó, lo cual agradeció porque Leonardo destiló amenaza por dónde se le viera. Que fuera atractivo no le quitaba verse demasiado malvado.

__ No, tú prometido es...

__ Adrián. - dijo Leonardo viendo al extremo derecho, donde la salida de la casa se ubicaba.

Valentina se giró y el golpe fue demasiado al encontrar la mirada que aterrizó con demasiado enfado contra sus ojos que se expandieron rápidamente.

Era él. El hombre con el que estuvo la noche anterior estaba frente a ella y contento no se veía para nada. Era como ver llamas en sus pupilas y un temerario monstruo, que con un atractivo físico no le restó el aspecto de querer disparar fuego contra todos. Tenía que correr.

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