Secretos que matan

Metí el auto en el garaje y sentí voces que provenían de adentro de la casa y no me resultaban familiares. El presentimiento se agrandó y sentí un nudo en el pecho. Todos mis viejos instintos de policía se despertaron, me quité los zapatos para no hacer ruido, tomé los guantes de la guantera y me los puse, luego el arma, la cargué, le puse el silenciador, le quité el seguro y martillé. Estaba lista para cualquier cosa. Entré por el lavadero sin hacer ningún ruido. Las voces se intensificaron, provenían de la sala.

 —Me las pagarás todas Jessy, tu suerte se terminó. ¿Creíste que me había olvidado de ti hermano? —era Caleb, había regresado, mi instinto jamás me había fallado, lo sentí durante todo el día. Maldito seas, esto hoy se termina.

 —No te tengo miedo Caleb, has lo que d

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