La noche caía con lentitud, tiñendo de azul profundo los ventanales de la empresa. En el piso ejecutivo, la mayoría de las oficinas ya estaban vacías, salvo por la de la nueva directora, Alanna Sinisterra, que aún seguía iluminada.
Allison avanzaba sigilosamente por el pasillo alfombrado, sus tacones en la mano para no hacer ruido. Su vestido ajustado y su perfume aún impregnaban el aire a su paso, pero esa noche no buscaba llamar la atención. Esa noche, su objetivo era otro.
Cerca del ala este del edificio, donde se encontraba una sala de juntas secundaria con vista a la ciudad, Allison se detuvo tras una columna. Había una ligera rendija entre la puerta entreabierta y la pared de cristal que separaba el corredor. Allí, justo al interior, estaba Alanna… y con ella, Mauricio Ortega.
Alanna estaba sentada, revisando unos documentos en su tablet, mientras Mauricio se inclinaba a su lado, señalando algunos puntos en la pantalla. Reían. No escandalosamente, sino con esa complicidad profes