Los días habían transcurrido con lentitud, Alanna y Leonardo estaban recuperando la validez en su relación, sin embargo había algo que a Leonardo le seguís inquietando.
La noche aún no cedía del todo al amanecer. Una bruma pálida cubría los ventanales, densa como los pensamientos que habitaban la mente de Leonardo. El silencio del penthouse era casi sagrado, apenas interrumpido por el zumbido lejano de la ciudad que despertaba.
Leonardo estaba de pie, inmóvil, con la taza de café en mano. Su figura, alta y tensa, proyectaba una sombra alargada sobre el piso pulido. Iba descalzo, con los pantalones aún arrugados de la noche anterior, el pecho desnudo y el cabello ligeramente revuelto. El vapor del café subía lentamente, disipándose en el aire como sus pensamientos: densos, inasibles, constantes.
Frente a él, la pantalla del monitor reflejaba un número que lo decía todo: 51,2%.
Ese porcentaje lo cambiaba todo. No era una simple cifra. Era la culminación de años de estrategia, de movimie