Bárbara se mantuvo en silencio. Su rostro se endureció ligeramente, no por enojo hacia Alanna, sino por todo lo que aquel nombre traía a la superficie: pasado, traición, pérdida… y amor.

—¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó finalmente, con voz controlada.

—Todo —respondió Alanna, y sus ojos brillaron—. Me dijo que descubrió cosas de mi padre. Cosas oscuras… turbias. Que empezó a sospechar por papeles, registros… luego habló con personas, buscó a testigos. Y cuando ató todos los cabos, lo supo. Mi padre fue responsable de la caída de tu familia, Bárbara. De la muerte de tu hermana. De tu cuñado. Él lo supo… y yo fui parte de su venganza.

Bárbara bajó la mirada. Su mandíbula tembló apenas, pero lo contuvo. No era fácil escuchar el nombre de un asesino salir de los labios de la hija de ese hombre, y mucho menos en tono de confesión, con culpa… y vergüenza.

—Fue por eso que decidió acercarse a mí —continuó Alanna—. Tal vez al principio sí. Tal vez fue una especie de plan para vengarse… com