Esa noche, los tres coincidieron frente a la entrada del auditorio.
—¿Dónde está Mía? —preguntaron León y Máximo en cuanto vieron a Elena—. ¿No vino contigo?
Elena, con esa mirada de lástima, respondió:
—Creo que Mía no quiere venir. Mejor no entremos.
León, visiblemente molesto, respondió:
—Déjala, que se le pase el berrinche. Nosotros tres entramos, vemos el concierto y luego le llevamos algo para calmarla.
—No sé, algo no me cuadra. Es su banda favorita —murmuró Máximo, dudando.
—Será un capricho, no te preocupes —replicó León, tirando de Elena hacia la entrada.
Máximo echó un vistazo a la calle semivacía antes de seguirlos.
Durante el concierto, solo Elena parecía disfrutarlo. León y Máximo estaban completamente distraídos, como si tuvieran la cabeza en otro lado.
En cuanto terminó el musical, Máximo sacó el celular rápidamente para llamarme. No contesté.
León, al verlo, también marcó mi número, pero pasó lo mismo: silencio.
Entonces, la calma se rompió. León, ajustándose el cuello