En la casa, ninguno de los dos consiguió dormir.
Máximo, que casi siempre mantenía la calma, se levantó de golpe y volvió a llamar al primo de Mía.
—Necesito que me confirmes si Mía regresó a su país.
Al otro lado de la línea, el silencio se hizo palpable.
El hombre miró a Mía, que en ese momento probaba su décimo vestido de novia, y se contuvo de decir algo. Sin una palabra, colgó.
Poco después, Máximo recibió un mensaje:
"Mía no ha vuelto todavía. No la busquen más. Está a salvo."
Al leerlo, un escalofrío recorrió su pecho. Sus dedos se cerraron con fuerza sobre el borde de la mesa. En un instante, se levantó, metió algunas cosas en una maleta y llamó a León:
—Tienes diez minutos para estar en la puerta. Si no, iré yo solo a buscarla.
Cuando bajó, León ya estaba allí, con ojeras y una maleta en la mano.
—¿A dónde vamos? ¿Sabes dónde está? —preguntó, casi sin aliento.
—Creo que sí, pero tenemos que comprobarlo.
Desde que Mía se fue, habían puesto a todos sus contactos a buscarla. La v