Sebastian se quitó el saco y se puso de pie, caminó hacia la ventana. Desde allí podía ver la ciudad, los autos que iban y venían, al mundo continuar con su vida mientras él se sentía hundido más y más en este problema, que él no había planeado de esta manera, lo único que había querido era proteger a Melisa, la mujer que poco a poco se metió en su corazón.-- No puede ser… porque tuve que hacerte caso Meli –Se repetía una y otra vez. Ahora debía pensar como reparar los daños colaterales y salvar de esta nueva tormenta a su chica.Melisa fingía concentrarse en el informe que tenía abierto en la pantalla, aunque ni una sola palabra de las que leía se procesaba realmente en su cabeza. Desde el comedor, luego del anuncio público de Sebastián, todo el piso se había vuelto un hervidero de murmullos.Ahora, todos hablaban del presidente Novak… y de su increíble novia Mariel.Y aunque a su lado el teclado sonaba como si sus dedos realmente escribieran algo coherente, lo cierto era que su men
Sebastian la tenía frente a él y no podía tocarla. Y lo peor aún, la estaba perdiendo por culpa de Mariel.Melisa respiró hondo.-- No creo que sea conveniente que siga postulando a puesto de secretaria de presidencia, será mejor que… –-- Nunca. No Melisa eso no lo voy a permitir – ella entrecerró los ojos.-- ¿Se puede saber por qué no? –-- Porque ese puesto es tuyo… era tu sueño, nunca estancaría algo así – le respondió él con una voz más suave. -- Porque luchaste por llegar hasta aquí. Porque si hay algo que te mereces es crecer, avanzar, ser reconocida por tu talento… no arrinconarte por una situación que yo mismo compliqué –Melisa lo miró, sin responder de inmediato.-- ¿Entonces que propones? – Sebastián guardó silencio unos segundos. Luego dio un paso más cerca, con las manos abiertas como si se rindiera.-- Propongo que nos demos un tiempo – le dijo. -- Que pensemos. Que no tomemos decisiones impulsivas. No quiero alejarme de ti, Melisa, pero tampoco voy a ser un obstáculo p
Cuando el suero terminó de pasar ella estaba lista para partir, se había olvidado por completo que Francisco la había llevado y que quizás seguía afuera esperándola. Pero en ese momento no quería hablar con él, no quería hablar con nadie.-- Y puede retirarse señora, su esposo canceló la atención – Melisa escucha a la enfermera y se queda helada. Levantó la mirada y pudo ver el perfil de Francisco, él seguía ahí, no se había ido. No solo eso, había pagado todos los gastos.Melisa asintió, dio las gracias en automático y salió de allí. Francisco vio abrirse la puerta y se acercó nervioso. Hubiera dado su vida para estar en el lugar de Sebastian, no había pensado en tener un hijo con Melisa antes, pero ahora que sabía que ella estaba embarazada quería ser él el padre y no el ex.-- Meli – dijo y luego se quedó en silencio, ella lo miró sin ver. -- Yo no quería… -- volvió a callar.Melisa necesitaba caminar, pero el doctor le había pedido reposo. Quería alejar a Francisco de allí, pero a
Esta no era una afirmación para el bebé. Era una sentencia para ella misma.No podía quedarse allí, no cuando Sebastián podía descubrirlo, no cuando todos en la empresa comenzaban a hablar de su nueva o mejor dicho ¿vieja relación? Y menos ahora que su cuerpo ya no le pertenecía solo a ella.Tenía que desaparecer, pero debía organizarlo a la perfección, no podía permitirse errores, ya no.La noche cayó sin misericordia, como si el cielo se compadeciera de ella y la envolviera en sombras para ocultar su vulnerabilidad. Melisa se quedó dormida en el sofá, no por comodidad, sino debido al agotamiento emocional. Cuando despertó horas después, con el cuerpo adolorido y la boca seca, la única compañía que tenía era la luz azulada del televisor que se mantenía encendido en completo silencio.Tenía que regresar a la oficina.Tenía que actuar como si nada hubiera cambiado. Como si no llevara una adorable tormenta creciendo en el vientre.Como si no hubiera escuchado esas palabras equivocadas d
La fiesta de graduación estaba llena de luces cálidas y música emocionante, Melisa estaba de pie en la entrada como el hada de un cuento, atrayendo la mirada de todos.Llevaba un vestido de noche blanco tan ajustado que delineaba cada curva de su cuerpo, su cabello de color nogal le llegaba hasta la cintura, cubriendo el enorme escote de su espalda. Su piel blanca como la porcelana, y sus ojos, esos hermosos y rasgados ojos que tenían el magnetismo salvaje de una gata de un color que no podía definirse entre verde uva o celeste. Era el tipo de mujer que recordarías, incluso si solo la conocieras una vez en la vida.Se movía entre sus compañeros con una gracia que atraía miradas de asombro, se podía oír el murmullo de voces conocidas susurrando:-- Por dios mujer ¡Estás guapísima! –-- Esta tan hermosa que no la reconocí –-- Que ha hecho estos meses, la pandemia parece haberle favorecido –Melisa mostraba una leve sonrisa, su corazón estaba llenó de expectativas por su prometido Franc
Cuando Melisa despertó la luz le caía sobre una parte de la cara, todavía no llegaba a amanecer del todo, pero por una rendija de la cortina la luz se filtraba llegando justo a donde estaba ella.Melisa abrió un ojo y luego el otro, el techo que veía frente a ella era de un blanco insultante, su departamento no tenía los techos asi. El dolor de cabeza que sintió era proporcional al desastre que había sido su noche en la reunión.Se sentó lentamente, las sabanas cayeron mostrando su desnudes. A su lado un hombre dormía de espaldas,-- ¡Oh no! – quiso gritar, pero no pudo, las palabras no salían de su boca. Ella miró la habitación y se dio cuenta que no era su departamento y ese hombre obviamente no era Francisco.El tipo de espaldas era mucho más alto, mucho más atlético y por lo que podía recordar, estaba muy bien dotado.Su cabello oscuro completamente desordenado y su respiración tranquila le indicaban que seguía dormido.-- Me tengo que ir… ¿Qué carajo me pasó? – susurró nuevamente
El fin de semana fue un infierno para Melisa, pasó ambos días en la cama recordando lo que le hicieron Francisco y Sofia y recordando también la agradable manera como tomó venganza, pero no podía evitar pensar en cómo llegaría el lunes al trabajo.Por otro lado, Sebastian Novak no dejaba de pensar en la joven que estuvo con él, esa mañana al despertar y ver la nota con los billetes se sintió iracundo, lleno de furia por haber sido confundido con un gigolo, pero luego cuando encontró su billetera y supo que esos billetes eran suyos no pudo evitar sonreír por la audacia de la jovencita.El importante CEO quería a toda costa saber quien fue la mujer con la que pasó la noche, pero no había forma de hacerlo, el hotel tan lujoso donde estaba tenía una política clara de seguridad, no había cámaras en los pasillo y mucho menos en el bar. El hombre se jalaba los cabellos mientras esperaba que su asistente pase por él, era la ventaja de ser quien era, pues su asistente personal no tenía horario
Sebastian volvió a levantar la mirada con el ceño fruncido, había visto a la joven que postulaba para su secretaria por las cámaras, pero algo no estaba bien, ella parecía diferente ese día, se veía extraña.Luego movió la cabeza tratando de no pensar y volvió a bajar la mirada hacia los documentos que ella llevó, en el momento que su teléfono personal timbró.Melisa salió de la oficina como un misil humano, lo más rápido que pudo. Regresó a su cubículo y se dejó caer en la silla, tapándose el rostro con las manos.-- Ok… estoy segura de ese hombre sospecha de mí. Seguro me va a despedir. O peor… quizás como esas novelas en línea, me va a pedir una relación formal para evitar habladurías, tendré que casarme con él y tener cinco hijos con alguien que ni se acordaba de mi cara – se quejó en voz baja.-- ¿Está todo bien? – le preguntó una de las chicas que estaba cerca de ella.-- Perfectamente. Solo estaba considerando convertirme en monja – bromeo.El resto del día se la pasó evitando