Capítulo 50. Un minuto tarde.
Melisa tragó saliva. Se notaba nerviosa, sí, pero no asustada. No era la Melisa con lentes ni ropas de oficina. No era la chica que había fingido ser solo una secretaria más. Era ella. Completa, desbordante, imponente.
-- No puedo hablar ahora – les dijo rápidamente. -- De verdad lo siento –
-- ¿Es tu hijo? – le preguntó doña Cata, con la voz más suave que un hilo.
Melisa solo asintió. No mintió. No explicó. No negó. Tomó la mano del pequeño y se dispuso a girarse. Pero en ese instante, apareció otra figura corriendo entre los niños.
-- ¡Melisa! ¡Mel! ¡Aquí estás! – era Jenny, con expresión alarmada y respiración agitada. Al verla, se acercó como una madre loba.
-- Vamos. Tenemos que irnos. ¡Ya! –
Melisa asintió, apretando con más fuerza la mano de Bastián. Miró una vez más a Cata. Los ojos de ambas se encontraron como viejas amigas separadas por una mentira larga y cruel. Cata quiso extenderle la mano, decirle algo. Pero no pudo.
Melisa murmuró apenas un "gracias", y se marchó con pa