144. Después del paraíso
El fin de semana se va esfumando como vapor en el salón del fuego, pero su efecto permanece en mi piel… y en mi sonrisa. Me siento plena, ligera, como si el mundo tuviera un nuevo filtro. No solo confirmo lo que ya sospechaba —que Gabriel gusta de mí, y mucho—, sino que también pude relajarme de verdad, reír con mis dos mejores amigas y verlas a ambas brillar, esta vez como pareja.
Sí. Bárbara y Danna, juntas. No lo habría creído hace unos meses, pero ahora no puedo imaginarlo de otra forma.
El domingo en la mañana, Gabriel me llama. Contesto aún con voz adormilada, y él suena igual de descansado y seductor que cuando se dejaba caer sobre el banco del sauna, con esa bata que apenas cubría lo necesario.
La conversación fluye. Empezamos con bromas, recuerdos. Reímos. Luego vienen las confesiones, esas que no nos atrevimos a decirnos cara a cara.
—Ese vestido de baño verdecito... —me susurra, con esa voz que parece una caricia— me quitó el aliento más de una vez.
Me río. Siento el