El salón del Grand Metropolitan Hotel brillaba como un diamante bajo luces doradas.
La orquesta tocaba un jazz suave, y el murmullo de la élite llenaba el aire con risas y promesas falsas.
La gala anual de beneficencia de la Fundación Lauren-Brown era, en apariencia, una noche de caridad… pero todos sabían que era el evento donde se sellaban alianzas, se destruían reputaciones y se definían futuros.
Ivana llegó del brazo de Dante. Usando un vestido rojo, con una abertura profunda en la pierna, desafiaba la hipocresía del lugar.
Cada mirada que se posaba en ella era mezcla de envidia y morbo.
Él, en cambio, lucía impecable en traje negro, con el porte de un rey que no necesitaba corona.
—¿Lista? —preguntó Dante, sin apartar la vista de la multitud.
—Lo suficiente —respondió Ivana, apretando su brazo—.
Los flashes se dispararon.
A pocos metros, Elizabeth Lauren fingía sonreír ante los periodistas; a su lado, Margarette brillaba con una serenidad estudiada, y Eliot, con Lola colgada de s