41. Pov Niki
No sé en qué momento llegamos. Solo recuerdo el sonido del motor, la respiración acelerada de Anne dormida en su sillita, y las manos de Dan sujetando el volante con tanta fuerza que los nudillos se le veían blancos. Yo estaba ahí, sentada a su lado, con la mente todavía atrapada en lo que había pasado.
La casa parecía más silenciosa que nunca. Cuando cruzamos la puerta, el aire se volvió pesado. Dan cerró despacio, como si temiera romper algo más dentro de mí.
—¿Quieres que te prepare un té? —preguntó, con esa voz contenida que usaba cuando no sabía qué hacer con lo que sentía.
Negué. No podía hablar. Tenía la garganta seca, la cabeza latiendo, la imagen de Fernández todavía pegada en la mente.
—No entiendo cómo pasó —susurré al fin, dejándome caer en el sofá—. No entiendo…
Dan se acercó despacio, se agachó frente a mí.
—No tienes que entenderlo ahora —dijo con calma—. Solo debes respirar.
Me cubrí el rostro con las manos. Sentía un nudo enorme en el pecho.
—Me tocó, Dan —la voz