Para que Cristian no sospechara, al ver que salgo todos los días hábiles, pedí un cambio de horario en la academia de danza moderna. Comencé a tener clases de lunes a viernes de 19.00 a 20.00 horas. Si mi esposo me llegase a preguntar porque salgo de casa temprano ya tengo la coartada perfecta. Le diré que con unas compañeras estamos ensayando una coreografía para un examen que nos tomarán.
En la primera clase de mi nuevo grupo de baile me encontré con una estudiante que también bailaba en el mismo horario que yo en el cabaret. Mientras esperábamos que empezara la clase traté de hablar con ella. Fue muy cortante y respondía de mala gana. Por lo visto le caigo pésimo.
Cuando llegué a casa, Cristian, ya había llegado. Se estaba tomando un whisky con mucho hielo. Me preguntó dónde andaba a esas horas. Le expliqué sobre el cambio de horario en las clases y le conté que más temprano estamos ensañando una coreografía. De mala forma me dijo que no tenía necesidad de perder el tiempo en “bailecitos”. Que mi deber era estar en la casa. Que para eso él solventaba todos mis gastos, los cuales, no eran pocos. Y siguió con un reproche cliché y machista. Cuando terminó le dije que yo moriría si estuviese todo el día encerrada en casa. Sarcásticamente me respondió que con mayor razón debía hacerle caso y permanecer en nuestro hogar. Luego de cenar me fui a dormir tratando de no pensar en el sarcasmo de mi esposo.
Cuando desperté al día siguiente me encontré con un mensaje en mi móvil de Eduardo. De forma muy galante me invitaba a almorzar. Yo le dije que no podía exponerme en público. Le recordé que yo era una respetable esposa y dueña de casa. Pensé que iba a ironizar con eso y no lo hizo. Se portó como todo un caballero. Me respondió que podíamos almorzar discretamente en su departamento. Al principio rechacé la propuesta para finalmente aceptarla.
Me envió la dirección por mensaje directo. Su departamento quedaba en una comuna cercana a la mía, lo cual, entregaba un mayor riesgo de ser descubierta por mi esposo. No me importó. Saqué mi fortaleza interior y comencé a prepararme para el encuentro.
Tras bañarme con mi jabón de rosas me vestí para la ocasión. Me puse ropa interior de color rosado. Un lindo vestido pin up blanco con flores pequeñas de color rosa. Zapatos blancos de tacón alto. Usé un perfume con olor a flores. Y me maquillé coquetamente con colores suaves. La idea era verme distinta a la bataclana que bailaba en su cabaret.
Al llegar me recibió muy cordialmente para luego besarme apasionadamente. Me dijo que me veía preciosa con este look. Luego me ofreció algo para beber. Acepté una copa de Champagne y él tomó una copa de vino blanco. Los tragos los acompañamos con una tabla de quesos bañados en chocolate. Yo me coloqué un trozo en la boca y me acerqué a mi amante. Él lo recibió y de paso me mordió los labios. Así empezamos un jugueteo que terminó poniéndonos en llamas. Terminamos fornicando antes de almorzar.
Me puse una bata de Eduardo y me senté a almorzar. El plato principal fue un salmón con papas con romero. Y el postre fue una copa de helado con salsa de chocolate y frutos secos. Todo acompañado de un exquisito y dulce vino blanco. Finalizamos tomando un café muy cargado de origen colombiano. Tenía un sabor muy intenso. Luego nos bañamos juntos y volvimos a tener sexo.
Nos fuimos al cabaret en nuestros respectivos automóviles. Acordamos que Eduardo saldría veinte minutos después de su departamento para no llegar juntos. La idea era no despertar sospechas y malos comentarios. Cuando llegué al cabaret me retoqué el maquillaje y me saqué el vestido. Mi ropa interior rosada sería el atuendo de ese día más un antifaz del mismo color.
Tras bailar tres veces me tomé un pequeño descanso para tomar un café. Marión se sentó al lado mío. Ella es la compañera de la academia de baile con la cual intenté hablar. Sin filtro alguno me preguntó que hacía una esposa de un médico en un tugurio como ese. Yo intente sonreír para bajarle la intensidad a la pregunta. Mirándole a los ojos le dije que yo trabaja en el cabaret para practicar lo que aprendíamos en las clases de baile. Me preguntó si mi esposo sabía. Yo le respondí que él pagaba mis estudios de danza. Yo sabía que se refería al trabajo y no a los estudios, pero, quise evadir la pregunta. No fue posible. Ella siguió insistiendo hasta que le dije que lo del cabaret era desconocido por mi cónyuge.
—¿Te das cuenta que podría chantajearte?—me dijo mirándome fríamente a los ojos.
—Sé que no lo harás—contesté tratando de disimular mi nerviosismo.
—Tú no me conoces. Ni te imaginas lo que soy capaz de hacer por dinero—respondió con seguridad.
Mientras Marión terminaba de decir lo anterior, Antonella, me indicó que debía salir a bailar nuevamente. Mientras bailaba no podía dejar de pensar en la amenaza de mi compañera. ¿Estaría bromeando o hablaría en serio? Su lenguaje no verbal denotaba que estaba diciendo algo en lo que realmente creía. Si se le ocurre chantajearme no tendría como pagarle. Si bien, soy esposa de un médico que me da una cantidad de dinero todos los meses, esto no me alcanzaría para pagar un chantaje. Y en el cabaret me pagan muy poco. Realmente sería nefasta la situación.
Tras bailar fui al despacho de Eduardo y le comenté lo acaecido con Marión. En primera instancia pensó en despedirla, pero, le hice ver que ahí tendría más motivos para extorsionarme. Me sugirió que me hiciese amiga de ella. Yo le comenté que ya lo había intentado con malos resultados. Finalmente, llegamos a la conclusión que debía hacer como que ignoraba sus amenazas y estar atenta a sus movimientos.
Tras cumplir mi turno en el cabaret me fui a la clase de baile moderno. Una compañera me advirtió que Marión andaba repartiendo el chisme que yo siendo esposa de un médico estaba bailando en un cabaret como una vulgar bataclana. Pensé en decirle algo, pero, me di cuenta que no serviría de nada. Así que preferí ignorarla, aunque sentía ganas de darle unas fuertes bofetadas.
Decidí irme a mi casa con la ropa que usaba en las clases. Una polera manga corta, unos leggins y unas zapatillas. De esta forma, mi marido, vería que realmente vengo de la academia. Al llegar me preguntó, sin saludar, hasta cuando iba a jugar a la bailarina. Yo le respondí que hasta que me aburra de serlo. Después me duché, cenamos juntos y nos acostamos a dormir. Desde que supe de la existencia de Joselyn, su amante, él nunca más me ha pedido tener sexo con él. Es mejor. Así me entrego por completo a mi amante.
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Como bromeando, Marión, ha seguido diciendo que puede chantajearme. Ahora no se conforma con decirlo cuando estamos solas. También, lo hace delante de compañeras de estudio y de trabajo. Incluso lo hizo delante de Eduardo quien la increpó aludiendo a la lealtad de equipo. Cosa que le causó gracia a Marión que se puso a reír como loca.Tras la amenaza que mi compañera hizo delante de Eduardo tuvimos una larga conversación con él para acordar de qué forma seguiríamos encontrándonos. Quise aprovechar de contarle quien era mi esposo, pero, él insistió que no quería saber nada de mi vida matrimonial. Luego seguimos hablando sobre cómo llevar nuestra relación. Llegamos a la conclusión que solo nos veríamos en su departamento. Nunca nos reuniríamos en lugares públicos. Y en el cabaret me trataría como a una bailarina más. La idea era ocultar lo nuestro a todo el mundo. En especial a Marión y a mi cónyuge.Después de este acuerdo comenzamos a vernos casi todos los días. Nos reunimos a almorza
Eran las ocho de la mañana y aún no podía dormir. Pasé toda la noche pensando en todo lo que estaba pasando en mi vida. Y cuando aún estaba dándole vueltas a todo llegó Cristian. Simulé estar dormida. No tenía ganas de seguir discutiendo con él. Y tampoco quería verlo. Me nombró suavemente, pero, yo no abrí los ojos. Luego se duchó, desayunó y se fue a su consulta médica.Me levanté a las nueve. Mucho más temprano de lo que habitualmente dejo la cama. Fui a la cocina por un café cargado. Ana al verme me dijo que ella me lo llevaría al comedor. Y con tono entusiasta me avisó que tenía una sorpresa ahí. Me encontré con un enorme ramo de rosas rojas con una tarjeta que decía un escueto “Perdón, no volverá a pasar”. Aparte de las flores había una bolsa de papel de una importante perfumería. En ella había una botella de un perfume carísimo.La empleada llevó el café y me ofreció desayuno. Le indiqué que lo tomaría a la hora habitual. Le pedí que pusiera las rosas en un florero y que guarda
— Conejito, ¿por qué no me “contestabai” el teléfono? —dijo una mujer con voz vulgar cuando contesté el móvil de mi esposo. Yo no suelo hacer esto, pero, llamaban con tanta insistencia que pensé que uno de los pacientes de mi cónyuge tenía alguna emergencia.Yo sospechaba que Cristian tenía amoríos con otras mujeres, pero, no tenía la certeza que así fuese. Escuchar a esta mujerzuela fue un balde de agua fría. No sabía si contestarle de forma irónica u ofenderla sin piedad. Finalmente, opté por cortar y no decir nada. Me senté en la cama y esperé que mi maridoterminase de ducharse.—¿Qué haces acá a esta hora? —preguntó molesto—Te recuerdo que en esta casa yo vivo, conejito—respondí con frialdad. Manteniendo la calma y tratando de disimular mis ganas de matarlo.Por unos segundos pude ver su turbación, sin embargo, volvió a su postura fría casi de inmediato. Tuvo la desfachatez de increparme por haber contestado su móvil. Yo no podía creer que era tan cara dura. Traté de mantenerme d
Desperté como todos los días después de las once de la mañana. Esta vez con la cabeza hecha un lío. No sabía qué hacer. Hoy a las tres de la tarde debía comenzar a bailar en el cabaret. Yo no necesitaba ese trabajo. Mi esposo es médico y tenemos un muy buen pasar económico, sin embargo, siento la necesidad de trabajar en ese tugurio como venganza porque él me es infiel.Sumado a que no puedo sacarme de la cabeza a Eduardo. El dueño del cabaret y mi cuñado. Yo nunca había engañado a mi cónyuge. Era mi primera experiencia de infidelidad. Y había sido magnífica. Todavía temblaba al recordar sus caricias, sus besos y su penetración. Me hizo sentir una mujer viva y no un simple trofeo comprado como me hace sentir Cristian.En esta relación clandestina había dos problemas adicionales a la infidelidad. Eduardo tenía casi diez años menos que yo sumado a que él desconocía que era mi cuñado. En el momento de fornicar ambos desconocíamos esto último, pero, ahora que lo sé me conflictúa. Por much