Capítulo 3

Para que Cristian no sospechara, al ver que salgo todos los días hábiles, pedí un cambio de horario en la academia de danza moderna. Comencé a tener clases de lunes a viernes de 19.00 a 20.00 horas. Si mi esposo me llegase a preguntar porque salgo de casa temprano ya tengo la coartada perfecta. Le diré que con unas compañeras estamos ensayando una coreografía para un examen que nos tomarán.

En la primera clase de mi nuevo grupo de baile me encontré con una estudiante que también bailaba en el mismo horario que yo en el cabaret. Mientras esperábamos que empezara la clase traté de hablar con ella. Fue muy cortante y respondía de mala gana. Por lo visto le caigo pésimo.

Cuando llegué a casa, Cristian, ya había llegado. Se estaba tomando un whisky con mucho hielo. Me preguntó dónde andaba a esas horas. Le expliqué sobre el cambio de horario en las clases y le conté que más temprano estamos ensañando una coreografía. De mala forma me dijo que no tenía necesidad de perder el tiempo en “bailecitos”. Que mi deber era estar en la casa. Que para eso él solventaba todos mis gastos, los cuales, no eran pocos. Y siguió con un reproche cliché y machista. Cuando terminó le dije que yo moriría si estuviese todo el día encerrada en casa. Sarcásticamente me respondió que con mayor razón debía hacerle caso y permanecer en nuestro hogar. Luego de cenar me fui a dormir tratando de no pensar en el sarcasmo de mi esposo.

Cuando desperté al día siguiente me encontré con un mensaje en mi móvil de Eduardo. De forma muy galante me invitaba a almorzar. Yo le dije que no podía exponerme en público. Le recordé que yo era una respetable esposa y dueña de casa. Pensé que iba a ironizar con eso y no lo hizo. Se portó como todo un caballero. Me respondió que podíamos almorzar discretamente en su departamento. Al principio rechacé la propuesta para finalmente aceptarla.

Me envió la dirección por mensaje directo. Su departamento quedaba en una comuna cercana a la mía, lo cual, entregaba un mayor riesgo de ser descubierta por mi esposo. No me importó. Saqué mi fortaleza interior y comencé a prepararme para el encuentro.

Tras bañarme con mi jabón de rosas me vestí para la ocasión. Me puse ropa interior de color rosado. Un lindo vestido pin up blanco con flores pequeñas de color rosa. Zapatos blancos de tacón alto. Usé un perfume con olor a flores.  Y me maquillé coquetamente con colores suaves. La idea era verme distinta a la bataclana que bailaba en su cabaret.

Al llegar me recibió muy cordialmente para luego besarme apasionadamente. Me dijo que me veía preciosa con este look. Luego me ofreció algo para beber. Acepté una copa de Champagne y él tomó una copa de vino blanco. Los tragos los acompañamos con una tabla de quesos bañados en chocolate. Yo me coloqué un trozo en la boca y me acerqué a mi amante. Él lo recibió y de paso me mordió los labios. Así empezamos un jugueteo que terminó poniéndonos en llamas. Terminamos fornicando antes de almorzar.

Me puse una bata de Eduardo y me senté a almorzar. El plato principal fue un salmón con papas con romero.  Y el postre fue una copa de helado con salsa de chocolate y frutos secos. Todo acompañado de un exquisito y dulce vino blanco. Finalizamos tomando un café muy cargado de origen colombiano. Tenía un sabor muy intenso.  Luego nos bañamos juntos y volvimos a tener sexo.

Nos fuimos al cabaret en nuestros respectivos automóviles. Acordamos que Eduardo saldría veinte minutos después de su departamento para no llegar juntos. La idea era no despertar sospechas y malos comentarios. Cuando llegué al cabaret me retoqué el maquillaje y me saqué el vestido. Mi ropa interior rosada sería el atuendo de ese día más un antifaz del mismo color.

Tras bailar tres veces me tomé un pequeño descanso para tomar un café. Marión se sentó al lado mío. Ella es la compañera de la academia de baile con la cual intenté hablar. Sin filtro alguno me preguntó que hacía una esposa de un médico en un tugurio como ese. Yo intente sonreír para bajarle la intensidad a la pregunta. Mirándole a los ojos le dije que yo trabaja en el cabaret para practicar lo que aprendíamos en las clases de baile. Me preguntó si mi esposo sabía. Yo le respondí que él pagaba mis estudios de danza. Yo sabía que se refería al trabajo y no a los estudios, pero, quise evadir la pregunta. No fue posible. Ella siguió insistiendo hasta que le dije que lo del cabaret era desconocido por mi cónyuge.

—¿Te das cuenta que podría chantajearte?—me dijo mirándome  fríamente a los ojos.

—Sé que no lo harás—contesté tratando de disimular mi nerviosismo.

—Tú no me conoces. Ni te imaginas lo que soy capaz de hacer por dinero—respondió con seguridad.

Mientras Marión terminaba de decir lo anterior, Antonella, me indicó que debía salir a bailar nuevamente.  Mientras bailaba no podía dejar de pensar en la amenaza de mi compañera. ¿Estaría bromeando o hablaría en serio? Su lenguaje no verbal denotaba que estaba diciendo algo en lo que realmente creía. Si se le ocurre chantajearme no tendría como pagarle. Si bien, soy esposa de un médico que me da una cantidad de dinero todos los meses, esto no me alcanzaría para pagar un chantaje. Y en el cabaret me pagan muy poco. Realmente sería nefasta la situación.

Tras bailar fui al despacho de Eduardo y le comenté lo acaecido con Marión. En primera instancia pensó en despedirla, pero, le hice ver que ahí tendría más motivos para extorsionarme. Me sugirió que me hiciese amiga de ella. Yo le comenté que ya lo había intentado con malos resultados. Finalmente, llegamos a la conclusión que debía hacer como que ignoraba sus amenazas y estar atenta a sus movimientos.

Tras cumplir mi turno en el cabaret me fui a la clase de baile moderno. Una compañera me advirtió que Marión andaba repartiendo el chisme que yo siendo esposa de un médico estaba bailando en un cabaret como una vulgar bataclana. Pensé en decirle algo, pero, me di cuenta que no serviría de nada. Así que preferí ignorarla, aunque sentía ganas de darle unas fuertes bofetadas.

Decidí irme a mi casa con la ropa que usaba en las clases. Una polera manga corta, unos leggins y unas zapatillas. De esta forma, mi marido, vería que realmente vengo de la academia. Al llegar me preguntó, sin saludar, hasta cuando iba a jugar a la bailarina. Yo le respondí que hasta que me aburra de serlo. Después me duché, cenamos juntos y nos acostamos a dormir. Desde que supe de la existencia de Joselyn, su amante, él nunca más me ha pedido tener sexo con él. Es mejor. Así me entrego por completo a mi amante.

(Registro Safe Creative: 2404097600101)

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