Capítulo 4

Como bromeando, Marión, ha seguido diciendo que puede chantajearme. Ahora no se conforma con decirlo cuando estamos solas. También, lo hace delante de compañeras de estudio y de trabajo. Incluso lo hizo delante de Eduardo quien la increpó aludiendo a la lealtad de equipo. Cosa que le causó gracia a Marión que se puso a reír como loca.

Tras la amenaza que mi compañera hizo delante de Eduardo tuvimos una larga conversación con él para acordar de qué forma seguiríamos encontrándonos. Quise aprovechar de contarle quien era mi esposo, pero, él insistió que no quería saber nada de mi vida matrimonial. Luego seguimos hablando sobre cómo llevar nuestra relación. Llegamos a la conclusión que solo nos veríamos en su departamento. Nunca nos reuniríamos en lugares públicos. Y en el cabaret me trataría como a una bailarina más. La idea era ocultar lo nuestro a todo el mundo. En especial a Marión y a mi cónyuge.

Después de este acuerdo comenzamos a vernos casi todos los días. Nos reunimos a almorzar de lunes a viernes en su departamento, exceptuando, cuando él tiene alguna reunión de negocios. Yo no tengo problemas con ausentarme a la hora de almorzar de mi hogar. Mi esposo nunca almuerza en casa. Además, él cree que me ausento por las tardes por los estudios de danza y el ensayo del baile. Así que junto con almorzar me entrego al placer con mi amante.

Eduardo es muy lúdico en la cama. Descubrí que yo también lo soy. Mi cónyuge es muy tradicional y no varía mucho a la hora de tener sexo, en cambio, mi concubino es muy creativo y extremadamente apasionado. Me encanta aprender y experimentar nuevos juegos sexuales con él. Me siento más joven y más libre. Me hace olvidar que soy la esposa de un médico que no me ama y que me es infiel descaradamente.

Tampoco puedo culpar a Cristián por no amarme. Nuestro matrimonio fue por conveniencia. Nuestros padres lo acordaron. Al casarme con él quedo saldada la deuda millonaria que mi papá tenía con mi actual suegro. A mi marido solo le gusto físicamente y nunca ha hecho el más mínimo esfuerzo por quererme. Yo, en cambio, aprendí a estimarlo aún cuando él me trata de forma fría y dura. Nunca he entendido porque insiste en que sigamos casados, especialmente, si parece tan enganchado de su actual amante.

Eduardo es muy distinto a Cristian a la hora de tratarme. Es amable y cálido. Incluso me atrevería a decir que es amoroso conmigo, pese a que, nos conocemos hace poco. Me encanta estar a solas con él. No solo por lo sexual, sino que también, por la forma en la cual me trata. Me hace sentir una mujer valiosa y deseada. Aunque a veces me siento culpable por ser su amante. Tanto porque soy una mujer casada como porque él es mucho menor que yo. Estos malos pensamientos no duran mucho, ya que, él se encarga de traerme a un presente que me encanta.

Mi amante es un hombre muy atractivo.  Tiene unos ojos de gato dominante que me matan cuando me miran. Es muy alto. Tiene un cuerpo que parece esculpido por un artista. Y se viste muy elegante con ropa de diseñador. Sabe sacar partido a lo que la genética le entregó. Si no fuera por los apellidos y porque conozco la historia de la “oveja negra” de la familia jamás me habría imaginado que Cristian y Eduardo son hermanos. No se parecen en nada.

Mientras bailaba en el cabaret pensaba en lo anterior. Y me alegré genuinamente que estos hermanos no se parecieran. Eduardo es mi lugar seguro. Un efugio a la vida de m****a que Cristian me da. Mi cónyuge se limita a darme cosas materiales, pero, se olvida que tengo sentimientos y emociones. Mi amante con sus atenciones y su forma de tratarme se encarga de llenar todos los vacíos que mi esposo no cubre.

Tras terminar mis horas de trabajo me fui a la academia. Me encontré con la ingrata noticia que mi marido había estado ahí. Habló con la directora para pedirle que me convenciera de no seguir estudiando. A cambio le ofreció una alta suma de dinero, lo cual,  ella no aceptó. Al enterarme me puse a llorar de rabia. No entendía como Cristian podía llegar a esos extremos con tal de controlarme. Catalina, la directora, me sugirió analizar mi vida matrimonial y de ser necesario me recomendó divorciarme. Ella es feminista, por lo que, los machos retrógrados le dan alergia.

Al llega a la casa, como ya era costumbre, Cristian estaba bebiendo Whisky. Me preguntó cínicamente cómo me había ido. Yo exploté. Lo increpé de mala forma por lo que había hecho. Le dije que el ser su esposa no me convertía en algo de su propiedad, por lo que, no tenía ningún derecho de tratar de coimear a la directora de mi academia para que me convenciera de no seguir estudiando ahí.

—No voy a seguir financiando tus caprichos, Ángela—dijo Cristian interrumpiendo mi reproche.

Le respondí que no necesitaba su dinero. Que tenía ahorros con los cuales podía pagar mis estudios y todo lo que necesitara. Él me amenazó con cerrar las cuentas bancarias bipersonales que teníamos juntos. Yo había tenido la precaución de abrir una cuenta de débito donde guardaba mis ahorros. Lo hice en un banco donde él no es cliente, por lo tanto, solo yo podría gestionar su cierre.

Se levantó y se dirigió hacia mí. Me tomó del cuello y me empujó hacia la pared. Me costaba respirar. Y ya estaba aburrida de escuchar sus amenazas. Le pedí que me soltara. No lo hizo. Le pegué un rodillazo en su entrepierna. Me soltó y se agachó por el dolor. Le dije que esta era la primera y última vez que él iba a maltratarme de esta forma. Le advertí que la próxima vez lo denunciaría a la policía y que contactaría a un abogado para iniciar los trámites de divorcio. Sé que no quiere ninguna de las dos cosas, por lo que, creo que no volverá a maltratarme físicamente.

Luego me fui a duchar. Cuando salí del baño él no estaba. Seguramente, había ido donde su amante y pasaría la noche con ella. No cené. Solo comí una ensalada de frutas que me preparó Ana. Luego me acosté, pero, no pude dormir. Pasé toda la noche despierta y sola rumiando lo acontecido el día anterior.

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