Las palabras de Lucía lo golpearon como una bofetada. Daniel sintió cómo algo se contraía en su pecho, como si una mano invisible le hubiera apretado el corazón hasta hacerlo sangrar. Se encogió, y el movimiento fue involuntario, como si tratara de protegerse de un golpe físico. Sus ojos oscureciéndose, y pudo sentir cómo la sangre se agolpaba en sus sienes, cómo la frustración se mezclaba con la culpa hasta crear un cóctel tóxico que le quemaba la garganta.

¿Su adicción? La palabra rebotó en su mente como un eco que se multiplica hasta convertirse en una acusación. ¿Otro juego? Cada pregunta era una herida que se abría en su conciencia, revelando verdades que no había querido enfrentar.

Otra forma de desinhibirse usted, mientras yo intentaba desinhibirme por primera vez. La frase se instaló en su mente como una revelación dolorosa. Ella había sido vulnerable, pensó, y yo estaba jugando un papel. La asimetría de la situación se hizo evidente con una claridad que lo dejó sin aliento.

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