34.
SOPHIE
La puerta se cierra detrás de mí con un clic suave, casi respetuoso, como si incluso la casa entendiera que necesito silencio para no desbordarme. Chris me ha dejado aquí con una luz cálida encendida, con la cama perfectamente tendida, con la ventana entreabierta dejando entrar una brisa tenue que huele a madera y a noche limpia, y con ese tipo de orden que solo tienen los lugares donde la vida parece estar bajo control. Un control que yo no tengo. Que no he tenido en años. Que no sé si alguna vez tuve.
Me quedo quieta un instante, apoyada contra la puerta, sintiendo cómo todo el peso del día me cae encima al mismo tiempo. La adrenalina, el susto, los reporteros, la carrera hasta el auto, la desesperación que se me trepó al pecho cuando pensé que Max podía asustarse, y después… la llegada a esta casa que no conozco pero que tiene impregnada la presencia de Chris en cada rincón. Y eso es lo que más me altera: que todo aquí me lo recuerda, incluso más que cuando lo tengo frente a