SOPHIE

La casa, los reporteros y la verdad que no me animo a decir**

Hay un zumbido constante al otro lado de las ventanas, una vibración que se filtra debajo de la puerta como si la casa fuera un contenedor frágil frente a una tormenta que no termina nunca. Los reporteros están ahí desde temprano, apostados en la vereda, algunos con cámaras apoyadas en los hombros, otros con micrófonos extendidos hacia la nada, esperando que yo cometa el error de abrir la puerta y enfrentar la avalancha de preguntas que no pienso responder. Escucho los clics, los disparos secos de las cámaras, y cada uno me atraviesa como si registrara algo más que mi imagen: como si dejara testimonio del desastre emocional que llevo meses intentando ocultar.

Max está en su habitación, jugando con sus bloques, indiferente a todo. Todavía no entiende por qué hay gente afuera, por qué yo camino por la casa con el teléfono en modo silencio, por qué me sobresalto cada vez que veo una sombra acercarse a la ventana. Le di