08.
CHRIS
El piso cruje debajo de nuestros pies cuando saltamos.
El sonido de su risa se queda grabado en mi memoria como si no existiera nada más en el mundo. Como si las paredes no guardaran ecos.
Como si yo fuera exactamente igual a cualquier otro padre o incluso el mejor en su mente porque así es como me mira, como si yo fuera especial, algo así como su persona favorita en el mundo.
—¡Otra vez, papá! ¡Pero esta vez sin mirar! —me dice, sosteniendo el avioncito de madera detrás de su espalda.
Lo conozco tanto como me conozco las cicatrices.
Siempre quiere que adivine qué color eligió para “volar”.
—Rojo —respondo, con una sonrisa tan grande que me duele la cara de tanto mantenerla.
La mueca de gracia que hace me saca una carcajada.
—¡No! Azul. Siempre dices rojo
Levanta el avión y lo lanza sobre la cama. Yo me dejo caer hacia atrás, exagerando la derrota.
—Me estás rompiendo el orgullo, soldado.
Su risa me golpea el pecho. No duele… pero pesa. Porque todavía me sorprende q