Mundo ficciónIniciar sesiónCHRIS
Estoy entrando en crisis.
Cuando Sophie se fue de la ciudad, del país, me hice a la idea de que no volvería a verla porque es lo que pactamos con los abogados del divorcio. Cada quién por su parte, cada quién haciendo su vida como mejor le parezca, sin tener contacto alguno el uno con el otro. Eso estaba claro.
Ella vivía su vida en Londres, yo en Chicago. Todos felices y contentos.
Durante años la única información que obtuve de ella fue gracias a nuestro hijo, quien siendo pequeño hablaba de su madre en cada ocasión que lo tenía conmigo. Incluso cuando creció llegué a escuchar su voz una o dos veces durante una conversación con Max al teléfono, pero nada más.
Estaba bien con eso. O eso me hice creer.
Entonces llegó la notificación del juicio y una vez más, el futuro que planeé se ve en el limbo porque una vez más entró en mi vida. Irremediablemente la vería de nuevo y tuve semanas para hacerme a la idea.
Hablé con mi psicólogo, hicimos un plan para que mi vida no se descarrilara con su presencia y hasta llegué a tomar ansiolíticos para mantener a raya mis pensamientos. Llegué a pasar noches enteras sin dormir, pensando, generando ideas en mi mente sobre cómo sería nuestro próximo encuentro, qué nos diríamos, qué pasaría.
Soñé con ella los últimos días esta semana, angustiado, pensando en si en mi mente seguía siendo igual que antes porque hasta su figura llegó a distorsionarse en mi mente por todos los años que han pasado y por todo lo que mi propia mente llegó a pasar.
Pero ningún escenario en mi mente, ni idea que hubiera cruzado por mi cabeza se asemeja a lo que viví recién.
Mi cordura está al límite. Todo el día ha estado igual. Hasta pensé que no llegaría al aeropuerto a recogerlos como mi hijo me pidió hacerlo porque una vez en el estacionamiento, me temblaban tanto las piernas que hasta pensé que había algo mal con ellas.
Como fuera me armé de valor, los esperé porque es lo que mi hijo quería, y entonces la vi.
Ya me esperaba su comportamiento frío y distante. Me preparé mentalmente para ello durante varias semanas, sin embargo no estaba listo para el reluciente anillo que vi en su bendito dedo.
Justo donde solía tener la alianza que la unía a mí en santo matrimonio... ¡Mierda!
Estando en el coche siento que no puedo respirar. Estoy conduciendo aunque no tengo idea de dónde voy, solo sé que necesito salir de aquí lo antes posible. Necesito pensar con claridad y eso solo va a pasar si me permito volver a respirar con normalidad.
En medio de mi caos y de mi maldita cabeza dando vueltas como un loco, puedo ver que estoy entrando en un barrio más que conocido para mí por lo que piso el acelerador buscando la casa.
Estaciono fuera haciendo chillar las ruedas sobre el asfalto, lo que llama la atención del vecino, pero el cual poco me importa. A decir verdad solo necesito sacar de mi pecho todo lo que estoy sintiendo por lo que golpeo la puerta, llamando, aunque sé que hay un maldito timbre.
No puedo esperar. No entiendo de esperas en estos momentos por lo que apenas la puerta se abre, entro en la propiedad prácticamente corriendo por la sala hasta llegar a la cocina donde me sirvo un vaso con agua el cual paso lo más pronto que puedo sintiendo pasos detrás de mí.
—¡Christopher!—grita mi madre, llegando hacia mí. Puedo ver en su expresión lo preocupada que está y no puedo decir mucho, solo negar con mi cabeza ante su inspección de mi cuerpo—. ¿Qué tienes? ¿Por qué entraste así, pasó algo?
Inhalo profundo, sacudiendo la cabeza levemente.
—Yo... no puedo respirar.
Ante eso mi madre me toma de los brazos, obligándome a dejar mi mirada en la suya. Con sus manos me acaricia, buscando darme algo de consuelo aunque poco lo logra.
—Tranquilo. Sigue el movimiento de mis hombros y obsérvame, ¿vale?—me pide con calma. A los segundos hago lo que dice, lo repetimos varias veces y como siempre, cada vez que la he necesitado, me ha ayudado lo suficiente como para que mi cabeza deje de ser un maldito lío, justo como ahora.
No sé cómo sentirme ahora que estoy tranquilo. No tengo idea de qué hacer o qué decir porque a decir verdad, ni yo sé qué pasó o por qué, solo sé que necesito calmarme lo suficiente como para no permitirme caer en los viejos ciclos.
Mi madre espera paciente a que diga algo, incluso tiene tiempo de hasta servirme un té en la espera de que diga algo, lo que me da a entender que siempre va a ser mamá la única que pueda calmar mi alma.
Cuando deja la taza frente a mí me sonríe levemente tomando asiento en el taburete de la barra.
—¿Ahora vas a decirme qué pasó? Porque no tienes una crisis de esas desde hace tiempo.
Le doy un sorbo al té, sin importar que me queme la lengua porque a este punto necesito algo que me haga despertar.
—Sophie regresó—suelto de repente, sintiendo el peso de la realidad sobre mis hombros.
—¿Sophie y Max regresaron ya? Creí que venían dentro de unos días. ¿Dónde se están quedando?
Veo la emoción en su expresión y es que mi madre ha sido la única que ha mantenido contacto con Sophie a lo largo de los años porque ambas coordinaban los obsequios que le darían a Max para las festividades y aunque mamá acordó jamás darme noticias de ella para apoyarme, ahora me lamento de haber aceptado ese acuerdo porque cuando la miro a la cara no puedo evitar preguntarme si ella ya sabía sobre su compromiso.
—¿Hijo?
—¿Sabías?—pregunto con el ceño fruncido—. ¿Sophie te dijo que se va a casar?
Mi madre suelta un suspiro, bajando la taza. Como dije, ella lo sabía, su expresión me lo dice todo. Ni siquiera es necesario que hable porque sus gestos lo dicen todo, y me rompe el corazón porque de haberlo sabido al menos me habría preparado psicológicamente para el golpe emocional que recibí, pero no.
—Me pediste que no te dijera nada sobre ella—responde, encogiéndose de hombros—. Seguí tu propio pedido, hijo.
Bajo la mirada soltando un suspiro.
—Si al menos me hubieras dicho, yo...
—¿En qué podría haberte afectado tanto? Ambos siguieron con sus vidas, tú pediste...
—¡Sé lo que pedí pero no estaba listo para esto!—reprocho molesto—. ¿Cómo no pudiste decirme que va a casarse? Además, ¿con quién se casará? ¿A quién conoció que le aceptó casarse? Supuestamente... m****a, Max dijo que no estaba con nadie.
Mi madre frunce el ceño al verme.
—¿Y eso en qué te afectaría, hijo? ¿Por qué le preguntas esas cosas al niño?
—No lo sé—admito—. No sé por qué quería saber cómo estaba la madre de mi hijo, no sé, pero ustedes... todos mintieron.
—No mentimos, solo no dijimos algo que no querías escuchar, eso es todo.
—¡No es lo mismo!
Me molesta demasiado que no le estén dando la importancia que se merece. Como su ex esposo tenía que ser el primero en enterarme que se va a casar y... m****a, ni siquiera lo que pienso tiene sentido.
—Mira, hijo, si esto te hace sentir bien... yo lo supe solo hace unos meses—comenta mi madre con total tranquilidad.
—¿Meses?
—Bueno, Sophie me lo contó porque cuando hablábamos escuché la voz de un hombre. Le pregunté y no tuvo más opción que decirme la verdad.
Miro al techo en busca de tranquilidad porque ahora mismo eso es lo que me falta. Pensar que hace meses yo me ponía intranquilo con la idea de que pronto tendría a Sophie de nuevo en la ciudad cuando en realidad de lo que tendría que haber estado intranquilo es por el hecho de que se va a casar Dios sabe cuándo.
—Mamá, apenas lo supiste debiste decírmelo—reclamo con total molestia.
—¿Para qué?—indaga mi madre con el ceño fruncido—. ¿La habrías llamado para felicitarla? ¿Le habrías enviado flores? Por favor, hijo. Los dos sabemos que no habrías reaccionado bien a la noticia.
La fulmino con la mirada.
—Sí, porque ahora lo tomé bien, ¿cierto?
—Es que no termino de entender cuál es el problema. Roger parece ser buena persona.
Abro la boca sorprendido.
—¿Roger? ¿Se llama Roger?
—Sí—dice, bebiendo de su té.
—¿Qué clase de nombre es ese?
Mi madre frunce los labios para no reírse de mí, aunque no es necesario que se ría ya que con solo verle la cara es suficiente, lo que no entiendo porque estoy sufriendo un puto ataque ahora mismo. No es divertido.
—Creo que es un buen nombre inglés.
—Roger... suena a que se viste con pantalones hasta las rodillas y las medias justo por debajo—comento, sacando una carcajada de mi madre—. De verdad, Roger suena como que juega a padel los fines de semana.
—¡Christopher!
Mi madre no puede parar de reir y yo no puedo dejar de pensar en que esta mujer está loca porque yo no estoy diciendo nada que saque carcajadas de la forma en qeu ella se está riendo ahora mismo.
Estoy angustiado, demasiado dolido como para poder pensar en algo más que no sea que Megan se va a casar.
—Mamá, ¿cómo pudiste ocultarme algo como esto? ¿En qué quedamos tú y yo? Dijimos que las cosas importantes me las dirías.
Ella sacude la cabeza.
—Dije que si se trataban de Max te las diría, pero esto no tiene anda que ver con el niño, ¿o sí?
Suelto un largo suspiro agarrando mi cabeza. Ahora mismo tengo jaqueca. De verdad. No tengo idea de cómo voy a cerrar los ojos esta noche porque lo único en que puedo pensar es que Sophie conoció al tal Roger y es tan bueno como para convencerla de querer casarse cuando ella dijo... me juró, cuando firmamos el divorcio, que no volvería a pasar por lo mismo. Y tonto le creí.
—Hijo—mi madre acaricia mi mano—. Ambos decidieorn seguir adelante con sus vidas. Ella simplemente lo está superando mejor que tú. Es feliz. Deberías serlo también por ella.
—¿Cómo podría estar feliz por ella, mamá? Siento... siento que se me rompe el corazón.
Las últimas palabras realmente me lastiman al punto en que me permito soltar algunas lágrimas que no quería derramar desde hace tiempo.
—Debes ser feliz porque no tienes alternativa, Chris. Se va a casar, encontró a alguien más y en poco tiempo regresará a Londres de donde nunca quiso volver. ¿Entiendes?
Las palabras de mi madre surten efecto en mí y no porque al fin acepté la realidad de las cosas, sino porque simplemente no tengo otra opción.
Ya no más.







