Esa mañana, el cielo estaba nublado, como si presagiara la tormenta que estaba a punto de estallar en la sala del tribunal. Olivia se paró frente al espejo, vestida con un elegante traje negro. Sus ojos eran agudos, pero por dentro no podía negar el nerviosismo que la carcomía.
Daniel llamó a la puerta del dormitorio.
—El coche está listo, señorita Olivia. El abogado la espera afuera.
Olivia asintió.
—Asegúrate de que Eliana no se entere de la audiencia. Que se quede en casa con la niñera y asigna dos guardaespaldas adicionales.
—Ya está hecho.
Unos minutos después, el coche negro se dirigía a toda velocidad hacia el juzgado. Olivia iba con los puños cerrados, sus pensamientos vagaban al pasado—cuando todavía creía en el amor de Hunter Jackson, cuando aún pensaba que la familia Jackson la aceptaría a ella y a su hija.
¿Ahora? Esa confianza se había hecho pedazos por la traición.
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La sala del tribunal estaba cargada de tensión. Periodistas se agolpaban afuera, tratando de captar una